Ana Asensio es madre de familia numerosa y psicóloga experta en psicoterapia Gestalt. A lo largo de su carrera ha recibido a pacientes que acudían a consulta cuando ya no podían más, avergonzándose de pedir ayuda, culpándose por no estar bien.

Para ayudar y acompañar a las personas que puedan sentirse así, acaba de publicar Vidas en positivo (B de Bolsillo). En él –que no nos engañe el título del libro– no nos anima a reírle a la vida falseando las emociones, sino a enfrentarla encargándonos de ellas.

"En los momentos duros, reírle a la vida es difícil, y además no recomiendo que se fuerce. Vivir en positivo no es falsear emociones, no es mirar para otro lado, no es dejar de lado los momentos difíciles", nos dice.

–¿Qué hacer entonces cuando no estamos en nuestro mejor momento?
–En los momentos difíciles plantéate qué necesitas para sentirte mejor y si está en tu alcance el poder desarrollarlo, esa es la dirección. Cada cual encontrará su ayuda, unos en soledad, otros en terapia, otros con distracción, otros con calor familiar…

Pero es importante aceptarse y respetar cada momento de la vida, sin caer en el drama que nos trae sufrimiento, pero sí afrontando el dolor y transitándolo hasta que este vaya suavizando.

–Afrontar el dolor es difícil cuando ni siquiera somos capaces de contestar a la pregunta "¿cómo estás?" con sinceridad. ¿Por qué solemos conformarnos con contestar un escueto “bien”?
–Esta respuesta es educacional y cultural. De hecho, si nos estamos haciendo estas preguntas es porque estamos necesitando dar un salto en nuestro vocabulario y uso emocional para poder ampliar de manera social cómo nos sentimos, pero sin la necesidad de ir contando nuestras intimidades, que es un poco la sensación que ahora se tiene de pasar de la respuesta escueta y escasa al todo y la desnudez absoluta.

Por eso yo defiendo la idea de ampliar los conocimientos en vocabulario e inteligencia emocional que nos ayuden a relacionarnos y a comunicarnos afinando mucho más en como estamos y esto nos de mucha calma y coherencia vital.

–¿Qué ventaja nos brindaría conectar con nuestros miedos o incluso con nuestra rabia?
–Las ventajas de conectar y relacionarte con tus emociones de manera saludable son todas. Esto es equiparable a las sensaciones; si escuchas cuando realmente tienes hambre y comes, solucionas un “problema”; si no lo escuchas, esto tendrá luego unas consecuencias; y, si escuchas demasiado o atiendes demasiado tiempo a tu sensación de hambre e incluso ampliándola, también tendrá sus consecuencias. En en las emociones pasa lo mismo.

La relación sana con las emociones es un regalo para el cuerpo y, además, una necesidad.

Conectar con el miedo es saludable, en cuanto a saber que este te avisa y te previene, pero lo no saludable es negarlo o amplificarlo llegando a tener pánico, miedo al miedo o terror.

Y con la rabia sucede lo mismo, la rabia es movilizadora. Si esta se convierte en accionadora de cosas y te ayuda a conseguir retos es una rabia bien canalizada, si se convierte en ira y esta se desplaza hacia alguien o hacia nosotros mismos, estará mal gestionada y nos hará daño.

Por eso es importante relacionarse bien con las emociones, aprender a escucharlas, hacerles el caso justo y necesario, depurarlas y continuar.

–En tu libro sugieres que deberíamos empezar por acompañar a los niños para que sepan identificar sus emociones. ¿Cómo hacerlo sin sesgarlos?
–Los niños están muy conectados con sus emociones, como tú lo estarías, y, sin duda, cada persona que nos lee con las suyas cuando somos pequeños.

Aquí la cultura, el ambiente, mezclado con el temperamento individual, hace que amplifiquemos o soseguemos, y en ocasiones que cortemos la conexión con dichas emociones.

Para dar apoyo a nuestros hijos es necesario que nosotros también estemos en contacto con nuestras emociones y las validemos, para así poder validar las suyas y si vemos gestos, lloros, o expresiones que nos suscitan tristeza podamos preguntarles, o aclararles lo que sienten, o enseñarles un cuento donde ellos puedan ver reflejados a personajes que sienten lo mismo.

Esto hará que sigan en conexión saludable y aprendan a gestionarlas de una manera saludable.

–Quizá el problema es que los adultos tampoco sabemos llorar. ¿Por qué nos sigue costando tanto hacerlo en público?
–Porque llorar, de momento, no es una emoción muy social. La tristeza no es expansiva, no es dopaminérgica, no genera placer, no genera exaltación, ni subidón y, por lo tanto, no es la amiga más popular del grupo.

Pero la gente inteligente de vida sabe que llorar es saludable para liberar y limpiar la casa interior, y que es necesario conectar también con la tristeza y vivirla para depurar todos los inputs del día a día de manera saludable.

Llorar sería algo así como hacerte una ducha a consciencia, o un baño reparador.

–En tus palabras: “La autoestima es un todo en el que confluyen conexión, conducta, relaciones, actitud y amor”. Entonces, parece complicado mejorarla cuando ya está dañada…
–La autoestima es lo que tú piensas, crees y sientes con respecto a ti, y esto se conforma en base a tu estado interno y tus experiencias externas. Es decir, toda nuestra vida, todo lo que nos sucede y todo lo que decidimos hacer con ello al respecto, interviene en nuestra autoestima.

Cuando la autoestima está dañada es importante evaluar y saber en qué aspecto está dañada, qué es lo que hace que la persona piensa y sienta esto y qué necesita hacer, sentir o pensar para comenzar a tener otras experiencias y tomar distancia real.

Es importante saber qué mensajes están en nuestra cabeza, qué te dices, cómo interpretas la realidad, con qué emociones convives más, qué anhelas, qué te gustaría aprender, cómo te gustaría actuar o sentirte, y tomar responsabilidad sobre ti mismo, fortaleza para actuar y entrenar.

Si entrenas quererte, cuidarte, tratarte bien, convertirte en el amor de tu vida, ser amable contigo e interpretar bien al mundo que te rodea y hacer caso lo justo a tu pensamiento, conseguirás tener una autoestima muy saludable.

–Cómo bien dices, lo que decimos sobre nosotros mismos acaba influyendo en lo que creemos sobre nosotros pero, cuando la autoestima está dañada, no solemos hablarnos bien sobre nosotros mismos. ¿Es posible salir de este círculo vicioso?
–Sí. Hay que poner consciencia, constancia, ejercicios específicos y practicar.

Recuerda que todo es práctica, y esta tiene que nacer de la voluntad, del amor hacia nosotros, de una decisión consciente, de pasar a la acción y de la responsabilidad sobre nosotros mismos.

–¿Qué papel tiene el perdón a uno mismo y la autocompasión en el bienestar mental?
–Es vital para nuestro corazón, para nuestro ser, para nuestra vida, conectar con lo que somos realmente, con la bondad que existe en nuestro corazón y con la belleza que hay en nuestra existencia.

El amor es vida, y todos somos amor.

La amabilidad, el comprendernos el ser amorosos con nosotros, compasivos, hace que nuestro cuerpo se nutra igual que lo hace un bebé de una madre nutricia, y esto nos genera unos neuroquímicos muy potentes para nuestra salud emocional y bienestar.

–Dices que las relaciones sociales que tenemos influyen notablemente en nuestro bienestar o malestar. ¿De qué manera?
–Las relaciones sociales y lo que nos rodea forma parte también de la nutrición social que nos damos, las personas con las que nos relacionamos, las cosas de las que hablamos, los temas que leemos (sin obsesionarse) pero la mayor parte del tiempo lo que haces acaba conformándote a ti también.

Por eso es importante encontrar un equilibrio en las relaciones, que sumen y que nosotros sumemos. Que demos y también estemos abiertos a recibir, relaciones con empatía, con amabilidad, respetuosas y donde la comunicación y el compromiso esté muy bien entendido.

–Ahora que la neurociencia nos dice que el cerebro puede cambiar y que los libros nos recuerdan que alcanzar la felicidad es cuestión de voluntad. ¿Debemos entender que somos responsables de nuestra infelicidad?
Nosotros somos producto de nuestras circunstancias y de la interpretación que hemos hecho de estas, pero tenemos la capacidad de potenciar nuestra vitalidad interna, y nuestro amor en esa conexión profunda que es la felicidad.

Podemos darnos cuenta de que la felicidad no es entusiasmo, ni es un momento, ni es una casa, o un bolso… Esto son placeres que nos ofrecen disfrutes y químicos cerebrales de placer de manera temporal.

La felicidad es una decisión, es un modo de ver el mundo, es un modo de estar, es un modo de querer servir y servirte a ti en la vida.

La felicidad carece de causa, es interna, es algo que nadie te podrá quitar si la cultivas y también aprendes a saber que la felicidad tiene momentos de tristeza, y de crisis.

Pero esa felicidad sabrá dotarte de la inteligencia de saber que todo pasa, y de que la vida va y viene, y de que lo único permanente es el cambio y lo único real es ahora en cada instante.

Esa es la felicidad verdadera, vivir en coherencia contigo, quererte, aceptar, adaptar, ilusionarte, caerte, levantarte, aprender, vivir, y seguir…

–¿Por qué el agradecimiento puede ser tan poderoso?
–A mí me chifla el agradecimiento, es una actitud muy potente porque te conecta con un montón de cosas. Para empezar, te ayuda muchísimo a ser feliz porque, cuando agradeces y entrenas el agradecimiento, al final tienes la sensación de ser un suertudo, de tener suerte.

Sientes que el mundo te da y no te debe, y eso es maravilloso.

Eso, además, te conforma de otra forma de vivir que es la de ir por la vida con una actitud tranquila y confiada porque ves que la vida te ayuda…

Esto se retroalimenta, de manera que si en alguna ocasión te suceden cosas desagradables, siempre será más fácil conectar con la compasión y con la comprensión y la empatía desde ese agradecimiento que si vamos desde la que y la escasez.

–Por último, ahora que se celebra el día mundial de la Salud Mental, ¿cuáles crees que son los pilares básicos para mantener su buen estado?

Apoyo, consciencia y autocuidado (y/o cuidado de los familiares también). La salud mental requiere de sentir apoyo, en los profesionales, en la vida, en las instituciones, en mi entorno y en uno mismo.

En salud mental es importante saber que no se está solo, y que hay quien te puede ayudar.

Es importante ser consciente del problema, de la dificultad, de dónde estoy, de dónde está mi vida, y a partir de ahí, buscar las soluciones que implicarán pedir ayuda, y ahí es donde comienza el autocuidado del paciente, de la persona o de los familiares que lo necesiten con el apoyo terapéutico durante el camino que sea necesario.

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