A veces uno tiene la sensación de que no acaba de entender este mundo. Ignoramos muchas cuestiones de nuestra vida, y sin embargo no paramos de hacer cosas. En estas circunstancias el ser humano es como un aprendiz que se pone a tocar cables de alto voltaje que pueden matarle si desconoce las leyes que conducen la electricidad.

A medida que nuestra sensibilidad crece nos planteamos vivir de una manera más acorde con los ritmos de la naturaleza, de la que al fin y al cabo formamos parte, por sentido común, por biología y por aliento cósmico. 

Quizás en algunos casos la situación exige un cambio radical de vida, pero muchas veces las cosas no se aclaran apresurándolas. Para resolver los asuntos verdaderamente importantes conviene reducir la marcha.

Qué nos hace sentir bien 

Durante su infancia y juventud cualquier escolar occidental recibe un bombardeo de información que le va a ayudar muy poco a afrontar los problemas de la vida que le espera, la cual presenta una complejidad como nunca antes se había visto en la historia humana. 

Residir en una gran ciudad permite estar en vanguardia, conocer las nuevas ideas, las nuevas modas y vivir la cultura y los cambios políticos. Pero a cambio se paga el precio del ruido, la contaminación y la esclavitud de horarios, mientras la persona se ve implicada en la maquinaria que sostiene todo eso. 

Participar en la vida laboral activa implica sentirse pillado en el tiempo, la contaminación y las hipotecas. El ser humano ya no es dueño de su tiempo, no puede dar comienzo a una conversación “fuera de programa”, ni cambiar el orden de las tareas que va a realizar en un día.

Tampoco puede renunciar a contaminar, pues el uso de los objetos más elementales (pañales, cualquier envoltorio de un producto del super, el transporte, los muebles...) y de la energía que pone en movimiento a la gran ciudad, suele implicar un proceso contaminante.

Asimismo, la mayoría de personas deben afrontar una hipoteca que exigirá una parte importante de su sueldo durante años. Las personas conscientes de ese enredo pero sujetas a él suelen precisar de alguna conducta o producto anestesiante (tabaco, café, alcohol, fármacos ansiolíticos...) que les ayude a ir tirando en un mundo que no es producto suyo ni está construido a escala humana. 

Necesidades creadas

Hoy tenemos a nuestro alcance muchas maravillas pero también se han multiplicado las necesidades. Ha aumentado la complejidad de la vida, la lucha por la existencia y la inquietud de la mente, lo cual no contribuye a la paz del hombre.

Aviones teledirigidos, teléfonos de todo tipo, cámaras en plumas estilográficas, palacios subterráneos, efectos especiales en películas de acción, submarinos atómicos, naves interplanetarias... Todas esas cosas son prodigios asombrosos, y a su vez incapaces de aumentar un ápice la felicidad de las personas.

¿Qué nos hace realmente sentir bien? Probablemente conversar de verdad, regar el jardín al atardecer, pasear en bici por caminos tranquilos, preparar una sencilla merienda para conversar con los amigos, pisar la tierra, saborear una puesta de sol, estar a gusto dentro de la propia piel, sentir que estamos viviendo nuestra vida...

¿Qué es la civilización?

Suami Sivananda, médico y uno de los mayores maestros de yoga de este siglo, escribió estas palabras en 1959:

Desplazarse en un Roll Royce no es civilización. Vivir en rascacielos no es civilización. Disponer de abundante riqueza no es civilización. Tener títulos y honores no es civilización, ser honesto, humilde y piadoso es civilización. Tener compasión es civilización. Tener espíritu de servicio y sacrificio es civilización.

Hay que volver a la naturaleza y a la vida natural. Tenemos que recuperar la vida simple y el alto pensar de nuestros antepasados. Lleva ropa sencilla. Camina cada día. Come alimentos sencillos. Reduce tus necesidades. Sé honesto en las cuestiones económicas. Desarrolla cualidades nobles. Habla la verdad.

Aprende a tener una vida divina mientras permanezcas en la tierra. De ese modo los mayores problemas estarían solucionados. Habrás recuperado el paraíso perdido. Las miserias se acabaran. Tendrás éxito en cuanto emprendas.

La atracción por lo sencillo

“Dios puede cansarse de grandes reinos, pero nunca de las pequeñas flores”, dice un antiguo proverbio indio. ¿Cómo se puede salir del vertiginoso círculo vicioso que es la vida moderna? 
La respuesta es sencilla: simplificando la vida.

En primer lugar por subsistencia, pues los recursos naturales no dan para abastecer a la concentración humana de las grandes ciudades, en las que es difícil evitar el derroche de medios. Pero, sobre todo, por felicidad, pues el ser humano, si pretende hacer habitable este mundo, si desea volver a la tierra a la que pertenece y tocarla con sus propios pies y si pretende que su actividad sea sostenible a largo plazo, debe disminuir esta locura. 

Cuántas parejas con niños pequeños están atrapadas en largas jornadas laborales y finalmente se ven envueltas en eso que siempre detestaron, es decir, la compensación de la falta de dedicación a sus hijos con regalos, especialmente juguetes y golosinas. Es muy significativo que el amor se intente expresar hoy de esa manera, con objetos. 

Simplificar la vida es un acto revolucionario. Tal vez se trate de la última revolución pendiente después del fracaso de las demás, pero se trata de una revolución silenciosa, en la que no se trata de gritar, ni añadirse a un movimiento de masas, sino de prescindir de los mil objetos y de la continua necesidad de estímulos para satisfacer los sentidos, prescindir del consumo desorbitado y, sobre todo, prescindir del miedo. Veamos a continuación algunos ejemplos para simplificar la vida.

7 actitudes vitales 

Estas actitudes vitales allanan el camino hacia la simplicidad:

  1. Serénate. Permanece tranquilo. Deja que la paz interna irradie a través de un semblante sereno. Ten calma, soporta los contratiempos con una actitud equilibrada.
  2. Escucha. Tenemos dos ojos y dos orejas, pero sólo una lengua, probablemente para que miremos y escuchemos más que hablemos.
  3. Sonríe. Se requiere el trabajo de 40 músculos para componer una cara enfadada, y sólo 15 para sonreír. ¿Por qué pues tanto esfuerzo?
  4. Abre la mente. Considera las cosas con una mente abierta. No te cierres en los defectos propios o ajenos. Sé noble y abierto en cuanto hagas. Evita las charlas inútiles. No dejes que tu mente permanezca en cosas pequeñas.
  5. Sé natural. Habla con naturalidad. Evita la diplomacia, el disimulo y la sinuosidad. Viste con sencillez. Come con sencillez. Hazte como un niño. 
  6. Sé veraz. Cumple tus promesas. No exageres. Piensa dos veces antes de hablar. Habla dulcemente. Sé preciso en lo que dices.
  7. Cultiva la atención. La vida y la naturaleza ofrecen magníficas oportunidades para cultivar la atención a partir de cosas simples. Esfuérzate por poner atención en el máximo de actividades. Por ejemplo, a la hora de comer delicadas verduras, cultivar la amistad, amar a los que te rodean, acariciar a los animales, hablar a las plantas, sentarte a la puesta de sol. Un tomate maduro puede deparar tanto placer como una sinfonía musical. Cuando estés en paz y tu perro te mire moviendo el rabo, percibirás la bondad en el corazón de la gente en vez de sus defectos.

Simplifica tu vida exterior 

Simplificar la vida significa mucho más que una simple renuncia a una serie de objetos, supone un compromiso con un estilo de vida más auténtico aunque ello requiera renunciar a determinadas comodidades.

Levántate pronto

La sensación de que el día cunde muy poco es cada vez mayor. Levantarse temprano permite iniciar la jornada con más claridad. Puedes dar un corto paseo a pie o meditar un poco. No tendrás que apresurarte para tomar el autobús o el tren. Eso permite entregarse al trabajo con mayor profundidad pues se empieza el día con más lucidez.

Cada jornada te ofrece una ráfaga de inmortalidad

Puede hacerse evidente en la mirada de un gato, en el perfume de un jazmín o en el sabor de una ensalada bien aliñada. Conecta con la experiencia de ese momento. No cabe duda: nosotros pasaremos, pero el olor del tomillo seguirá siendo eterno. Caerán reinos, surgirán nuevas teorías sobre la felicidad, se transformarán la filosofía y la teología, pero el olor de las rosas seguirá siendo igual de delicado.

Conecta con el agua

Sumerge los pies en un arroyo, apaga el móvil, y deja que tus pensamientos fluyan con el agua. Preocupaciones, disquisiciones filosóficas, la agenda, el estado de salud... todo discurrirá como el agua acariciándote los talones.

Prueba los remedios naturales

Aprende algunos remedios naturales. El vinagre de manzana, el aceite del árbol del té y el de lavanda, el zumo de limón, la arcilla y el agua pura permiten resolver más del 80% de las dolencias cotidianas. Aprende a manejarlos: ahorrarás tiempo y dinero y ganarás salud. 

Deshazte de lo innecesario

Muchas personas pasan hoy los fines de semana en las grandes superficies, buscando estímulos y comprando cosas que en realidad no necesitan. A veces querríamos cambiar nuestra vida, pero como eso es difícil terminamos cambiando la mampara de la ducha o el modelo de tostadora. La alegría verdadera aparece cuando la mente se apacigua y no cuando se excita.

Entrégate a la naturaleza

Dialoga con los animales. Los tienes al corriente de tus problemas y no obstante te admiran. Busca la bondad de la creación allá donde te encuentres. Muy pronto las hojas moradas de los ciruelos se unirán a la tierra y los membrillos maduros se encenderán como bombillas en el aire.

Realiza un trabajo desinteresado

Despréndete de pasatiempos inútiles y dedica una parte de tu tiempo semanal, por pequeña que sea, a los demás. Eso estira las arrugas de la cara y abre el corazón bastante más que si te limitas a pagar una cuota mensual a una ONG. 

Aprende de los niños

Quién mejor para explicar cómo vivir de manera sencilla que un niño pequeño. Un bebé es la simplicidad máxima... rodeado de complejidad. En ellos proyectamos nuestro amor y nuestros anhelos, y con qué resultados: desde que nacen viven rodeados de objetos y ropas que no usarán... protegidos por ingeniosos aparatos que velan por su seguridad. Si pudieran escoger, seguro que ellos prescindirían de muchas de esas cosas.

Come menos y saborea más

Mastica el alimento por completo. No lo engullas. De vez en cuando, si te apetece, ayuna un día a la semana. El ayuno desintoxica el organismo, favorece el mecanismo interno y descansa los órganos. No sobrecargues el estómago: come con moderación y sólo cuando tengas hambre. Evita el exceso de combinaciones de alimentos. No comas cuando estés irritado; descansa hasta que estés tranquilo y come luego. No comas muy tarde en la noche. 

Antes de acostarte, enciende una vela

La luz de las velas genera un ámbito de claridad de significado físico y también espiritual. Nos relaja y sal cabo de breves momentos realizamos una respiración profunda que nos permite tomar conciencia del momento y de nosotros.

Simplifica tu vida interior

Enlentece el ritmo 

Incluso en el silencio descubrimos que nuestra mente sigue trabajando sin cesar: pensando, cavilando, repitiendo internamente una pieza musical... de esta manera malgastamos un caudal importante de energía. Meditar permite moderar la velocidad de la mente.

Enfádate correctamente

Cualquiera es capaz de enfadarse. Pero hacerlo con la persona adecuada, en el grado adecuado, en el momento adecuado, con el propósito adecuado y de la forma adecuada no es fácil. La ira se expande como el fuego. Debemos aprender a controlarla, negándonos a dañar a quien sea, no importa lo que pueda haber hecho. Esa comprensión permite compenetrarse con el corazón de la vida.

Hay algo irracional cuando señalamos a una persona determinada como objeto de nuestra ira. Si una persona nos agrede verbalmente deberíamos dirigir el enojo contra las palabras, que son las que nos han molestado; o bien contra el desequilibrio, tanto del interlocutor (sosegado no habría actuado así), como propio (nos alteramos más de lo preciso). Pero optamos por dirigir nuestra ira contra la persona.

Cultiva la paciencia 

La felicidad se caracteriza por la paz interior, de manera que para ser felices necesitamos dominar las respuestas ante los pensamientos y emociones negativas. El primer paso consiste en modular la respuesta ante ellos a medida que surgen. El siguiente es contrarrestar esa provocación mediante la paciencia. Si resulta imposible impedir que la ira aflore debemos tener alguna técnica personal para no reaccionar con violencia ni con agresividad.

Sé humilde 

Es importante distinguir entre la humildad genuina y la falta de confianza. En modo alguno son la misma cosa. Tampoco es humildad esa sensación de falta de valía que a veces alguien se atribuye a sí mismo, llegando a considerarse casi un ser despreciable. Hoy en día la humildad está considerada como una debilidad y no como un signo de fuerza interior, sobre todo en el contexto laboral. El exceso de ambición conduce con facilidad a un pensamiento demasiado centrado en el propio yo.

La riqueza es interior

Suami Sivananda solla recordar que “El dinero puede darte medicinas, pero no salud. El dinero puede darte camas cómodas, pero no descansa. El dinero puede darte comodidades pero no dicha eterna. El dinero puede darte adornos, pero no belleza. Alcanza la riqueza suprema de la sabiduría y lo tendrás todo”. Simplificar la vida requiere tener presentes estas ideas.

LIBROS DE INTERES 

  • Elaine St. James: Simplifica tu vida. Ed. Integral
  • Mike George: Aprender a descubrir la paz interior. Ed. Oniro
  • Michael Paul: Vivir Zen. Gala Ediciones 
  • Bernie S. Siegel: Consejos para vivir feliz. Ed. Oniro