A veces, cuando nos salimos de nuestro ámbito de conocimiento corremos el riesgo de patinar. Uno de los temas donde las opiniones ajenas y desinformadas pueden hacer más daño es en el del trauma derivado de las agresiones sexuales.

Ocurrió a principios de año con una carta publicada en el periódico Le Monde, titulada Mujeres liberan otra voz, en la que, a mi modo de ver, a través de una supuesta defensa de la galantería se vislumbraba una cierta tolerancia de la violación porque, al fin y al cabo, no es para tanto y porque se puede superar.

Violencia sexual: las víctimas no tienen la culpa

Y ha vuelto a suceder: una de las firmantes de aquella carta, Catherine Millet, ha publicado en El País un texto titulado La mujer no es solo un cuerpo para responder a las críticas recibidas. En este texto hay conceptos como la disociación, el alma, la resiliencia, el orgasmo en la violación y la superación del trauma, mezclados de una manera un tanto inconexa para justificar su manera de entender las relaciones sexuales.

Desde mi experiencia como psicoterapeuta no me he podido resistir a matizar estos conceptos.

Mi intención no es juzgar a Millet, ni entrar en el fondo de por qué ni para qué hace estos comentarios. Mi intención es que se entienda mejor a las víctimas que sí han sufrido agresiones sexuales y violaciones, sin teorizar ni fantasear sobre ello.

¿Es posible superar el trauma? Por supuesto, y afortunadamente se hace. No sólo el trauma sexual, también el que se vive en accidentes, catástrofes naturales, muertes de familiares de manera repentina, pequeños traumas acumulativos en la infancia…

¿Hay diversas maneras a afrontar y enfrentar el trauma? Por supuesto. Sin ir más lejos, desde la psicología hay diversos métodos y protocolos para trabajar el trauma.

Es difícil comprender las reacciones de algunas víctimas desde fuera. Por eso siempre hay que tener en cuenta a la persona que tenemos delante, su manera de procesar y manejar la información del suceso. No trabajamos tanto con el suceso en sí, sino con la elaboración mental que hace la persona de él.

¿De la fantasía a la realidad? No hay excusa

Hablar de violaciones y agresiones sexuales desde el desconocimiento, de oídas, como ocurre muchas veces, teniendo solo en cuenta la imaginería personal que se tiene sobre la violencia sexual, es muy peligroso. Da igual la cultura o la profesión que se tenga, o si eres más o menos brillante en tu profesión.

Al hablar sin conocer los efectos y secuelas que supone una violación, se corre el riesgo de juzgar un acto atroz como una violación al mismo nivel que una fantasía sexual en la que aparece la violencia (una fantasía con una imaginería muy concreta para la persona que fantasea). Y estas comparaciones son inadmisibles, o al menos deberían serlo.

Insinuar que, porque hay mujeres que en algún momento han fantaseado con ser violadas (repito, como fantasía, en sus sueños), las mujeres deberían aprender a... ¿disfrutarlo? ¿soportarlo? ¿olvidarlo? ¿disociarse? en una violación real, me parece un pensamiento perverso.

Si además lo mezclamos con conceptos como resiliencia, asimilándolo a sobreponerse a los traumas sin más, el error es enorme.

La resiliencia es un proceso psicoeducativo, que surge a través de un vínculo sanador. La resiliencia no es una capacidad o actitud que surge de la nada. Tampoco es una técnica, ni una terapia en sí, son intervenciones que generan en la persona una actitud diferente, despertando sus propios recursos para adaptarse y emerger del conflicto con fortalezas y aptitudes insospechadas.

Para eso hace falta que a las víctimas reales, no las que fantasean, se las respete, a ellas y a la individualidad con la que procesan su trauma. Que no se justifique a los agresores y se empatice con ellas y con su dolor.

Disociación, un mecanismo frente al trauma

Otro punto que me gustaría aclarar es que no tenemos un cuerpo; somos un cuerpo. Lo que ocurre a nivel corporal ocurre en toda la integridad de la persona. La disociación que ocurre ante las agresiones sexuales es un mecanismo de defensa ante la inevitabilidad del hecho.

La disociación no es una distracción al “caer rendida a su marido o su amante mientras tenía la cabeza llena de preocupaciones cotidianas, o al contacto entre su piel y la de un hombre torpe”, ni es “dejarse llevar por el sueño de estar con otro" (Millet dixit).

La disociación es un mecanismo psicológico de defensa ante un trauma que genera un dolor emocional difícil de soportar. Tiene efectos muy perjudiciales en el funcionamiento psíquico de la persona. Nadie debería verse sometido a tal trauma que necesite disociarse para protegerse.

Insinuar que las víctimas de agresiones sexuales no deberían quejarse, ya que de la violación también se sale, induciéndoles docilidad e indefensión, es como decir que por qué quejarse de que cobras poco y estás explotado trabajando más horas de las contratadas, con la cantidad de gente en el paro que hay. El “podría ser peor”, o el “no te quejes tanto”, socavan la dignidad humana.

Me indignan estas comparaciones, como mujer y como psicóloga. Invitan a vivir las violaciones sin dramas, sin molestar ni quejarse, y sin denunciar o llevar ante la justicia al violador. Y no, el dolor de las víctimas merece ser respetado y defendido. En toda su integridad, en toda su corporeidad. No las disociemos más en mente, alma y cuerpo por separado.

Si hay mujeres que han utilizado sus “armas de seducción” haciendo suyas dinámicas machistas para sacarles provecho, no seré yo quien las juzgue. Creo que cada cual juega las cartas que tiene como mejor le conviene.

Es cierto que algunas mujeres pueden vivir en esa contradicción, lo que no es de recibo es que hagamos de ello una bandera ni que lo intentemos justificar invalidando el dolor ajeno. Eso es perverso y atroz.