Solo tenemos el presente. Todo lo que podemos hacer y, por lo tanto, disfrutar está aquí, en el ahora. No lo dejes escapar añorando lo pasado o proyectando en el futuro. La vida no espera. Solo se vive de verdad cuando la hacemos nuestra, cuando nos descubrimos, confiamos, apostamos, nos equivocamos y volvemos a empezar.

La importancia de disfrutar la vida al máximo

Es cierto que afrontar el desafío de nuestro día a día parece cada vez más difícil. Es verdad que la tentación de volver a lugares más seguros de nuestro pasado es por lo menos tan tentador como dejar volar nuestra fantasía al mundo idealizado del futuro, donde nuestros sueños se hacen realidad. Y esta afirmación es tan así tanto para nosotros como seres individuales como para nuestras parejas y para nuestras familias. También es así para nuestro pueblo o ciudad, para nuestra provincia y, muchas veces, incluso para nuestro país. El mundo es, verdaderamente un espacio complicado porque no es lo que fue ni tampoco es lo que será; es lo que es aquí y ahora.

Esta combinación de palabras, aquí y ahora –a las que puso atención hace más de cincuenta años el maravilloso y genial creador de la terapia gestáltica, Fritz Perls–, se ha utilizado tan a la ligera en estos últimos tiempos que se puede decir que ha ido perdiendo progresivamente su fuerza original. Sobre todo porque se han apropiado de ella los comerciantes de ilusiones, los publicistas baratos y los políticos de mala fe, desproveyéndola de su significado real.

La rutina que nos encadena

Hasta mi consulta, al igual que a la de todos mis colegas, se acercan cada año muchos hombres y mujeres, cuyo mayor problema consiste en experimentar la sensación de que, habiendo llegado a tener todo lo que alguna vez desearon, no pueden disfrutarlo. Ellos hablan, lloran y se quejan; se lamentan de “aquello que deberían haber disfrutado en el pasado si se hubieran dado cuenta de lo que ahora saben, que tendrían que haber disfrutado en aquel momento”.

Estas personas tienen la seguridad de que esta situación ya no tiene remedio porque es demasiado tarde; no obstante vienen a la consulta pensando en todo lo que van a disfrutar el día en el que superen ese problema. Alejados del presente, estos pacientes sufren permanentemente lo que la mayoría de nosotros padecemos algunas veces, oscilando entre la frustración de aquel “qué bonito hubiera sido si...” y la expectativa del “qué bonito va a ser cuando...”.

¿Viviendo el momento, o viviendo el futuro?

Pongamos un ejemplo de esta situación. Permíteme que te imagine en una situación improbable. Supongamos que perteneces al club de los Anterógrados –así se llaman los del “qué bonito va a ser cuando...”–. Y déjame halagar nuestro ego, estableciendo que esta mañana te has levantado con un feroz deseo de leer nuestra revista. Debido a esta característica que acabo de atribuirte, puedo suponer que no has podido disfrutar del desayuno que alguien querido te ha preparado con amor porque estabas pensando en lo mucho que querías leer nuestros artículos.

Sin embargo, ahora que los estás leyendo, tampoco puedes disfrutar plenamente de la esperada lectura, ya que –casi sin quererlo– estás pensando en lo fantástico que será poder compartir estos conceptos con tus amigos Joaquín y Eulalia, con los que has quedado para cenar esta noche en un restaurante que hace tiempo que deseas conocer. Imaginemos que la cena es espectacular. Y la verdad es que podrías haberla disfrutado completamente si no fuera porque durante la velada no has podido dejar de pensar en lo bien que te sentirás cuando puedas llegar a casa para poder irte a dormir, ya que hoy estás exhausto.

Pero si realmente perteneces a este club, no deberías hacerte demasiadas ilusiones sobre este momento porque, seguramente, cuando estés en la cama, es muy probable que no consigas dormir pensando en la cantidad de trabajo que te espera al día siguiente. Un trabajo que, por cierto, te encanta y que sería mucho más placentero si no fuera porque, mientras trabajas, te pasas el día calculando cuanto te falta para reunir el dinero que te permita acceder al crédito del piso que quieres comprarte. Aunque intuyo con buen criterio que, cuando consigas vivir en el piso, este será motivo de una muy fugaz alegría porque pronto pensarás en lo fantástico que será cuando ya no tengas que pagar la hipoteca... ¿Sigo? Mejor no.

Abandonemos la ansiedad por alcanzar nuestros sueños

El mundo, te decía, es el que es. Y en él, nos guste o no, yo soy quien hoy soy, y tú eres la persona que eres hoy. Todo lo que hayamos ido depositando en nuestra vida en el pasado o todo lo que podamos imaginar de nuestro futuro es hoy, tan solo, un recuerdo o una fantasía apenas y, como tales, no existen en la realidad tangible. El mundo real, el que nos contiene y al que pertenecemos, es solo el presente y es el único cierto.

Sin embargo, anclarse en el presente no significa prescindir de la experiencia. Más bien consiste en aprender a no ser esclavo de ella, pero hablaremos de eso en otro momento –y ahora no te quedes pensando en lo bonito que será el día en que hablemos de ello–. Tampoco interpretes que no hay que tener proyectos pues se trata de todo lo contrario.

Con vivir el presente me refiero a entregarnos a nuestros planes como un desafío que nos permita que cada cosa nos sorprenda; vivir cada instante y cada experiencia sin anticipación, sin condicionantes, sin miedos. Hablo de proyectarnos en el futuro , pero sin llegar a habitar en él. Hablo de estar en paz con el pasado para dejar de recurrir a él buscando excusas y justificaciones.

Alguien podría creer que esta diferencia es sutil, pero no lo es. Y las consecuencias de mezclar esos dos fantasmas con la realidad del presente pueden ser a veces graciosas, pero otras, dramáticas.

Recuerdo que cuando empecé a estudiar psiquiatría, el mundo pareció confabularse en mi contra, ya que todo el mundo me contaba chistes de psiquiatras locos y de pacientes aún más trastornados –¿o era al revés: pacientes trastornados y psiquiatras todavía más locos?–. Uno de aquellos chistes viene muy a cuento:

Un proveedor de instrumentos médicos visitaba en pleno verano un sanatorio psiquiátrico. Desde la pequeña terraza en la que tomaba un té con el director, veía a los pacientes que, en bañador, subían al trampolín junto a la piscina. Desde lo alto y al brioso grito de “¡Qué bonito será el jueves!”, se tiraban de cabeza, uno tras otro.
El visitante, un poco sorprendido por la unanimidad del “grito de guerra”, se animó a preguntarle:
—¿Por que todos dicen lo mismo al saltar? ¿Qué pasa los jueves?
El director se sirvió lentamente un poco más de té y contestó:
—Los otros jueves no lo sé, pero este jueves llenarán de agua la piscina...

Aquí y ahora. Podemos ahora comprender, en su esencia estas dos palabras juntas. Señalan que para vivir, es necesario estar anclado en el presente, dado que la única vida verdadera es aquella que transcurre en el tiempo y en el lugar en que cada uno de nosotros está.

Valorando el presente tal como merece

El presente es el resultado de todo lo que hemos vivido y es siempre nuestro mejor momento, sobre todo porque es el único momento sobre el que realmente podemos actuar. En este instante, podemos preguntarnos: ¿Qué hace falta, qué es necesario, cuál es el camino para aprender a actuar adecuadamente en este fugaz y eterno momento que es el presente? La primera condición para disfrutar más de la vida es darse cuenta de que la vida, con todas sus dificultades, vale la pena. Es decir, percatarse de que las dificultades de nuestra existencia también valen la pena: el padecer, la tristeza y el dolor que vivimos.

Vale la pena insistir, crear, intentar, fracasar, empezar de nuevo, construir y compartir. Vale la pena vivir, aquí y ahora, sin postergaciones. Y más si estamos dispuestos a apostar, casi a ciegas por lo que sigue, por el futuro, por el resto de nuestra vida, que, como dice la canción empieza hoy.

Para terminar, te dejo este poema que escribí hace muchos años y que titulé “Brevedad”:

He nacido hoy de madrugada
viví mi niñez esta mañana
y sobre el mediodía
ya transitaba mi adolescencia.
Y no es que me asuste
que el tiempo se me pase
tan deprisa.
Solo me inquieta un poco
pensar que tal vez mañana
yo sea
demasiado viejo
para hacer
lo que hoy he dejado
pendiente.

12 pasos para sacar tu mejor versión

La vida es como un viaje hacia la autorrealización y, como en todos los caminos, la recompensa no te espera en la llegada, sino que la disfrutas a cada paso que das. Esta es una pequeña guía de viaje que pretende hacértelo más fácil.

1. Conócete mejor

Conocerte significa tomarte el tiempo de conectar con lo que crees, piensas, sientes y eres, más allá de lo que les gustaría a otros. Si sabes quién eres, te reconocerás en tus actos y te responsabilizarás de ellos. En el siguiente artículo encontrarás muchas pistas.

2. Aprende a escuchar lo que dicen de ti

Como dice el Talmud: “Tenemos dos oídos y una sola boca para recordar que debemos escuchar el doble y hablar la mitad”. Hablo de la escucha activa y comprometida que analiza y comprende sin juzgar. A menudo despreciamos lo que ignoramos por miedo a reconocer nuestro desconocimiento.
Si aprendes a escuchar lo que otros ven en tus actitudes y dicen de ti, conocerás los aspectos de tu persona que están escondidos en lugares ciegos a tu propia mirada.

3. Decide tu libertad

Libertad referida al proceso interno de la autonomía y no al concepto vulgar y mentiroso de “poder hacer lo que a cada quien se le antoje”. La libertad consiste en la posibilidad o el derecho que tiene cada uno de elegir una (y a veces más de una) de las alternativas que se presentan en determinado momento. Eres responsable de tus decisiones, por tanto, eres libre de quedarte o salir, de decir o callar, de insistir o abandonar, de correr riesgos y de buscar lo que necesitas. La libertad es la capacidad de elegir dentro de lo posible y de asumir el coste de tus decisiones.

4. Ordena lo externo y lo interno

Para llegar a destino y no perder el rumbo hace falta privilegiar lo importante sobre lo accesorio, hace falta ser pacientes en nuestras demandas y priorizar las grandes cosas sobre las menudencias. La libertad y la capacidad de dejarse fluir no están reñidas con poner en orden algunas cosas. Si pretendemos terminar ocupándonos de todo, es imprescindible empezar por poner en su lugar lo primero antes de ocupamos de lo último.

5. Ábrete al amor

No existe la realización personal sin la capacidad de sentirse amados y de amar intensa, comprometida y desinteresadamente. Ábrete al interés por el bienestar de otros, ya sea tu hijo, madre, pareja, vecino o alguien desconocido. Estoy convencido de que para llegar a la meta de la autorrealización es imprescindible que seamos capaces de cosechar, por lo menos, una relación con alguien que no solo sea importante para nosotros, sino que además consiga hacernos saber que somos importantes para él; alguien a quien podamos querer y sentirnos queridos aún en los desencuentros.

6. Elige buenas compañías

Escoge bien a tus compañeros de ruta y hazlo con el corazón y no con la cabeza. Vivimos en una sociedad competitiva y consumista que dificulta el disfrute de quienes nos rodean. Vivimos instalados en la prisa, buscamos el placer inmediato. A menudo, queriendo acapararlo todo, nos perdemos a nosotros y a los demás, prescindiendo del placer de compartir las cosas con nuestros amigos.

7. No le temas al fracaso

Al conocimiento interno que lleva el desarrollo personal solo se accede con la experiencia cotidiana de vivir y de equivocarse. Si haces algo bien a la primera, halagarás tu vanidad, pero no aprenderás nada de nada, en todo caso, ya lo sabías. Si para ti lo más importante es aprender y crecer, equivocarse será una parte importante y muy deseable del proceso.

8. Saca tu lado creativo

Si despiertas tu lado más creativo y descubres que los hechos siempre tienen aspectos nuevos, te sentirás motivado para buscar respuestas innovadoras. Tal vez cometas más errores, pero eso te ayudará a crecer y a enriquecerte. La creatividad te ayudará a encontrar nuevas respuestas a viejos problemas o a adaptar viejas respuestas a problemas nuevos.

9. Invierte bien cada segundo de tu vida

¿No es maravilloso poder disfrutar siempre de la sorpresa que significa estrenar cada día un nuevo e imprevisible presente; un presente eterno y renovable? Cada día te ofrece 86.400 segundos para ti, pero no sabes cuánto durará este saldo de tiempo diario a tu favor. Es tu responsabilidad invertir cada segundo en conseguir lo mejor para ti y para lo que amas.

10. Tómatelo con una sonrisa

No olvides reír, a pesar de tus limitaciones o de las restricciones que te son impuestas. Reír para poder actuar con más tino y no para renegar o huir de los problemas. La risa sana, la que no se usa para burlarse de los demás, tiene un efecto sanador. Sonríe cuando sea sencillo y también cuando te cueste, aprenderás así que puedes conseguir que nada arruine tu alegría, ni siquiera la tristeza de llorar de vez en cuando por algo doloroso.


Exterioriza tu sonrisa interna, la del buen humor, y compártela generosa, incondicional e indiscriminadamente. Somos responsables de evitar el maltrato cotidiano a que nos sometemos (el mal genio, la falta de educación o cordialidad...). Debes crecer en el respeto a los demás y no hacer pagar a otros el precio de tu frustración o fastidio. Esquivar las quejas de quienes viven enfadados con su propia existencia y buscan cómplices de su amargura.

11. Suelta tu pasado, tus adicciones y apegos

Siempre que alguien recorre un camino largo, atraviesa momentos difíciles en los que parece que lo más fácil sea abandonar, olvidar el objetivo. Debes aprovechar estos momentos para detenerte a revisar tu equipaje, para descubrir el peso que te sobra e impide tu marcha. Es absurdo cargar con lo pasado, con lo viejo, con lo rancio, con lo que ya no te sirve... ¡Y cuesta arriba! Piensa que lo que una vez te sirvió puede que ahora ya no sea útil.

12. Comenzar de nuevo pero no otra vez

Este paso se llama “volver a empezar”, pero no en el sentido de hacer lo mismo otra vez, sino en el sentido del retorno, del retroceso, de caminar hacia el lugar donde erramos. Comenzar de nuevo y no otra vez, llevando contigo lo que aprendiste cuando te equivocaste para enfrentar los nuevos errores que surjan en tu nuevo trayecto. Volver con la conciencia de que, ahora, ni siquiera tú serás exactamente quien eras. Es importante que confíes en tus habilidades, dones y posibilidades para lograr tus objetivos. Podrás lograr lo que pretendes si abandonas la urgencia, si perseveras y si eres congruente con tu propio deseo. Es la certeza del resultado final lo que te dará la fuerza para seguir luchando por lo que crees.