Hay experiencias vitales que nos golpean con tanta fuerza que nos sentimos impotentes, incapaces de reaccionar. Todos lo hemos vivido; son momentos en los que adoptamos el rol de víctima, aunque en ocasiones no haya nada ni nadie en concreto que podamos identificar como la fuente de malestar.

Así, la victimización de uno mismo puede aparecer incluso cuando es imposible atribuir lo malo que nos sucede a alguien a quien consideramos un atacante.

En esos casos, nos sentimos víctimas no porque sepamos que alguien busca nuestra perdición, sino porque sentimos que lo que nos pasa escapa a nuestro control y que solo somos la parte que recibe los golpes sin poder hacer nada al respecto.

Este proceso de autovictimización es totalmente irracional y en sí mismo no nos ayuda a elaborar estrategias útiles para afrontar la adversidad. Afortunadamente, en la mayoría de los casos este fenómeno dura poco tiempo... aunque no siempre es así. Hay personas que viven instaladas en un estado de victimismo crónico.

¿Cómo son las personas con victimismo crónico?

Las personas con victimismo crónico son aquellas que están constantemente interpretando la realidad como si todo lo malo que les sucede fuese culpa de los demás. Su día a día es una agresión ficticia tras otra, y de forma inconsciente desplazan toda la responsabilidad de lo que les sucede a los otros.

Sin saberlo, las personas que se acostumbran al victimismo crónico se niegan a sí mismas la posibilidad de mejorar su situación a la vez que establecen unas relaciones con los demás basadas en el resentimiento y la culpabilización.

De este modo, el victimismo daña tanto la capacidad de afrontar los problemas como las relaciones personales en general y las afectivas en particular.

Algunas de las características de estas personas son las siguientes.

1. Culpan al resto de la falta de ayuda

Asumen que lo normal sería contar constantemente con la ayuda de los demás y se frustran al no recibirla en la cantidad deseada.

2. Crean explicaciones "ad hoc"

Incluso en los fallos más evidentes, estas personas inventan explicaciones que les permiten desplazar la culpa a los otros. Si se hacen una herida utilizando un instrumento, por ejemplo, responsabilizan a la persona que lo compró.

3. Muestran una autocrítica limitada

Aunque su autoestima tiende no ser alta, eso no significa que las personas que presentan victimismo crónico estén juzgando sus acciones y sus decisiones constantemente; de hecho, ocurre lo contrario. Raras veces realizan autocrítica porque han asumido que lo que les ocurre no es su responsabilidad.

4. Centran su imaginación en su desgracia

Estas personas sienten una especie de fascinación por lo que interpretan que es su condición de víctima, y a menudo piensan en lo malo que les ocurre y en lo que les toca sufrir. Muchas veces hablan sobre esto con los demás, ofreciendo una lectura dramática y algo exagerada de los hechos.

5. Manipulan inconscientemente

El victimismo crónico supone un intercambio: se gana una amplia zona de confort basada en no asumir las responsabilidades a cambio de adoptar un sentimiento de desesperanza y una baja autoestima.

Para mantener la primera, estas personas adoptan un claro rol de víctima no solo ante sí mismas, sino también ante los ojos de los demás.

De este modo,se actúa dando por supuesto que los demás tienen que ayudar en todo y, cuando no ocurre, se manifiesta tristeza o resentimiento. Esto hace que muchas personas ofrezcan una ayuda que en situaciones normales no ofrecerían, cediendo al chantaje emocional.

Un problema que se eterniza

Aunque el victimismo crónico no es un trastorno en sí mismo (aunque puede ser un síntoma de un trastorno paranoide en el que todo se interpreta como un plan secreto para atacarnos), este fenómeno hace que la persona adopte unas dinámicas de pensamiento y de comportamiento problemáticas que con el paso del tiempo se van agravando más.

Como un bola de nieve que se va haciendo cada vez más grande, al principio todo suele empezar con un fenómeno conocido como indefensión aprendida. Cuando hagamos lo que hagamos notamos que nuestra situación no mejora, aparece este clase de indefensión; simplemente, dejamos de tratar de mejorar porque vemos que hay una desconexión entre nuestros esfuerzos y los resultados obtenidos.

Esto puede sucedernos en momentos puntuales, y de hecho es muy común que nos pase en algún punto de nuestra vida, pero también puede durar temporadas relativamente largas en las que el dolor emocional se va acumulando.

Las personas que ven cómo esta situación se prolonga durante mucho tiempo, empiezan a asumir que la condición de víctima es una parte de su propia personalidad, algo que siempre las acompañará. Por supuesto, eso tiene un efecto perjudicial sobre su autoestima, pero también hace que se empiece a anticipar el fracaso de todo lo que se intenta hacer.

A su vez, los conocidos, amigos y familiares de esta persona también asumen que ha llegado a un callejón sin salida y que no mejorará, simplemente al notar que actúa de manera consistente con esta creencia.

De este modo, las expectativas de la propia persona y de la gente de su entorno refuerzan una idea muy clara: a esa persona siempre le pasan cosas malas, y esas cosas malas no son su responsabilidad.