Tampoco nos han avisado de cómo cambiarán las cosas entre nosotros. Ahora nos une otro vínculo, un lazo sagrado: el de ser padre y madre del hijo en común. Con estos nuevos roles surgen también nuevas expectativas de cada uno hacia el otro, que serán cumplidas o no.

Cuando la pareja amorosa pasa a ser familia...

A lo largo de nuestra vida todos nosotros experimentamos dos tipos de cambio.

El primero es el cambio “en pendiente”, que se produce muy gradualmente, casi sin que seamos conscientes de que está sucediendo (un caso típico es el envejecimiento).

El otro es el cambio “en escalón”, un cambio brusco en el que reconocemos claramente un antes y un después; un cambio que la mayoría de las veces nos sorprende, nos golpea o nos desconcierta.

Por más libros que hayamos leído, la llegada de un hijo nos pilla desprevenidos

De todos los cambios “en escalón” –una mudanza, un matrimonio, la muerte de alguien cercano...– el nacimiento de un hijo es de los más notables, uno de aquellos en los que el salto es mayor, ya que el contraste entre las condiciones previas y las posteriores al cambio es enorme.

Y esto es especialmente cierto cuando nace el primer hijo de la pareja, porque implica también el nacimiento de una madre, de un padre y, de algún modo, de una familia.

¡No estábamos preparados para este cambio!

En los cambios “en pendiente”, el tiempo transcurre lentamente y nos da opción a prepararnos para las nuevas condiciones. Nosotros mismos nos vamos transformando en la medida en que lo hace nuestro entorno.

En la mayoría de los cambios “en escalón”, sin embargo, las modificaciones llegan antes de que hayamos podido desarrollar recursos para hacerles frente. Esto es, precisamente, lo que sucede con el nacimiento del primer hijo.

Por más cursos de preparación para la maternidad y la paternidad que hayamos hecho, por más libros que hayamos leído, la llegada de un hijo nos pilla desprevenidos.

Volvemos a casa después de permanecer tres días en la maternidad con un ser extraño que depende absolutamente de nosotros para sobrevivir.

Nos cuesta comprender sus demandas y, en nuestra inexperiencia, no sabemos cómo ocuparnos de nuestra nueva tarea.

Nadie nos avisó de cómo cambiarán las cosas entre nosotros

Sin embargo, el bebé no hace concesiones: nos necesita para alimentarse, para relajarse, para obtener calor y confort, para sentirse limpio, para dormirse sin sobresaltos... Pero este no es el único aspecto de un cambio para el que no estamos preparados: tampoco nos han avisado de cómo cambiarán las cosas entre nosotros.

Por lo común, no estamos advertidos de que la pareja sufrirá un cambio igual de trascendental.

Ya no somos los mismos…

Cuando el bebé finalmente se duerme, las dos personas que se encuentran cara a cara no son las mismas que eran cuando estaban solas. Y no solo porque están muy cansadas y lo que desean sobre todo es dormir.

Ahora les une otro vínculo, un lazo sagrado: el de ser padre y madre del hijo en común. Ella ya no es solo mi mujer, es también la madre de mi hijo. Y... yo ya no soy solo su marido, soy el padre de su hijo.... Con estos nuevos roles surgen también nuevas expectativas de cada uno hacia el otro, que serán cumplidas o no.

Habitualmente se dice que los padres recientes deben reservarse un tiempo para ellos dos; es cierto, pero no debemos perder de vista que esa pareja ya no es la misma. Es necesario tenerlo presente para ahorrarnos algunas desilusiones y reclamaciones, pues podemos acabar confundiendo las nuevas dinámicas con malas intenciones del otro.

Recordando siempre que durante los primeros años el niño ocupa un lugar central en nuestra vida, debemos trabajar conjuntamente exponiendo nuestras necesidades y buscando el modo de darles respuesta, en lugar de enojarnos con nuestra pareja porque pensamos que no nos tiene en cuenta.

Familia en construcción

Otra cuestión que entra en juego desde el momento en que nos transformamos en una familia, y que lo hace con una fuerza inusitada, es la pregunta sobre qué clase de familia somos. Y en esto son de capital importancia los modelos familiares de cada uno de nosotros.

En ocasiones, a poco de nacer el bebé los padres empiezan a discutir acerca de las pautas educativas, del rol que desempeñará la familia extendida y de cuáles son las responsabilidades de cada uno. Si no nos detenemos a pensar en ello, lo más probable es que queramos imponer el modelo de nuestra familia de origen.

El desafío consiste en poner las cartas sobre la mesa, en hablar abiertamente con nuestro compañero sobre cuáles son los ideales y los modelos que tiene cada uno de nosotros sobre cómo debe funcionar una familia y también sobre cuáles son los miedos que despierta no hacerlo de ese modo.

El desafío consiste en poner las cartas sobre la mesa, en hablar abiertamente sobre los ideales de cada uno

Así es como se irá moldeando la identidad de la nueva familia: no se trata de una copia de un modelo u otro ni de una negociación por la cual cada uno decide una parte. Se trata de una construcción nueva; un diseño único que desarrollaremos según nuestros valores, prioridades y creencias.

Soltar para crecer

Es importante tener en cuenta que estamos frente a un cambio profundo, un cambio que también conllevará dificultades a la hora de soltar aquello que dejamos atrás.

Que sentiremos cierta pena, y que eso es natural y no implica no estar satisfecho y feliz con la nueva condición.

Que debemos trabajar activa y duramente para manejar una situación que se modifica a gran velocidad.

Que la idea de familia nos remite a nuestros propios y caducos modelos familiares.

Tener en cuenta todas estas cosas nos ayudará a transitar mejor este difícil pasaje de pareja a familia.