Mantener la temperatura adecuada en casa ofrece las garantías de un entorno saludable, pero también el confort de un espacio acogedor en el que refugiarse al final de las obligaciones diarias, disfrutando del recogimiento propio del invierno.

La temperatura tiene un papel relevante para la salud.

De hecho, las situaciones de pobreza energética ponen de manifiesto su impacto en el sistema circulatorio, el respiratorio y también en la salud mental.

¿A qué temperatura debemos tener la casa en invierno?

El termostato es el primer aliado para que la temperatura sea agradable, no excesiva.

Mantener una temperatura por encima de los 23ºC no solo no ayuda a conseguir mayor confort, sino que supone gastar una energía innecesaria. Solo de forma puntual, como el momento del baño, puede ser útil.

Con unos 18ºC se puede lograr un buen confort si se usa calor por radiación y se dispone de materiales que abriguen bien la casa y nuestro cuerpo.

Además, una temperatura más suave repercute en un descanso más reparador.

Confort envolvente: cómo mantener la casa caliente

Se trata de conseguir mantener el calor que se acumula en casa, la casa atemperada, evitando vestirla con ropa ligera y subir más el termostato. Así, se consigue un bienestar óptimo, además de ahorrar en energía.

La clave esta en atemperar el hogar.

Piensa en tu casa como en una tercera piel. Del mismo modo que abrigamos el cuerpo para sobrellevar el frío, los tejidos también van a ser grandes aliados para tu casa en los meses de invierno.

Viste tu hogar con telas más gruesas, mullidas y cálidas, que abriguen de verdad: en cortinas, alfombras, cojines, mantas y plaids para el sofá... Notarás la diferencia.

Si el material de las paredes, los techos, los suelos o las ventanas tiene buenas propiedades térmicas, permitirá mantener mejor atemperado el espacio.

Sistemas de calefacción: ¿cuáles son los más saludables?

Hay diferentes opciones para conseguir mantener caliente un espacio, si bien no todas tienen el mismo efecto en el ambiente y en el cuerpo.

  • Radiación. Los sistemas radiantes son la mejor opción, un símil a como se calienta la Tierra con el Sol. Logran mantener las superficies a una temperatura confortable y un grado de humedad ambiental óptimo. Resultan muy saludables.
  • Convección. Se basan en mover el aire caliente, en circularlo por la estancia. Secan el aire, y con ello las mucosas de ojos, nariz y garganta. También se dispersa el polvo, partículas o agentes biológicos por el ambiente.
  • Cerrados. Las estufas mal aisladas o las chimeneas abiertas emiten humos, polvo, monóxido de carbono y otras sustancias que contaminan el aire. Mejor optar por sistemas bien cerrados.

Mantener la casa ventilada en invierno

Incluso con el frío hay que ventilar el espacio a diario para garantizar una calidad del aire interior óptima, y revisar las rejillas y aperturas de ventilación de la casa y de las estufas.

Cuantas más personas convivan en el espacio, más frecuentes deberán ser los tiempos de ventilación, incluso de varias veces al día.

Al respirar o en la combustión de equipos de gas y chimeneas abiertas se produce CO2. Si la concentración de este gas es alta produce fatiga, falta de concentración o dolor de cabeza.

¿Cómo saber si el aire dentro de casa está limpio?

Un equipo de medición para el CO2 funciona como un chivato que nos indica que hay que ventilar para renovar el aire. Lo ideal es mantener valores inferiores a 600 ppm en las estancias de uso habitual.