Con la calidez del verano, los días más largos y las vacaciones, que nos permiten hacer un paréntesis para cuidar de nuestro cuerpo, poner orden en nuestra mente y disfrutar del tiempo de ocio con nuestra familia y amigos, buscamos especialmente la comunión con los cuatro elementos naturales, seguramente en un intento de volver a los orígenes, equilibrarnos y ganar salud. ¿Cómo conectar con los 4 elementos?

1. Cómo recuperar el contacto con la tierra

Asociada con lo femenino, la tierra simboliza lo interior, lo misterioso, lo estable, la sabiduría, la fuerza, el crecimiento, la regeneración y la prosperidad.

Descalzarse

Como la tierra, nuestro cuerpo es una expresión sólida de la vida y mientras las manos nos sirven para trabajar, crear, dar y recibir, los pies nos permiten sostenernos, afrontando la gravedad, movernos, desplazarnos, saltar y correr hacia donde deseemos.

Por ello, poder liberar los pies de los zapatos y ponerlos en contacto con la tierra, con la hierba, con los guijarros del río o con la arena de la playa es un acto más trascendente de lo que pensamos, ya que cuando hacemos esto, por un lado estamos liberándolos del control y el artificio a los que los tenemos sujetos habitualmente cuando les hacemos pisar sobre asfalto, parquet y suelas más o menos rígidas, mientras que, por otro, volvemos a experimentar el frescor y las sensaciones vitales que nos unen a nuestra infancia.

Además, al caminar con los pies desnudos sobre la tierra firme, sobre las rocas o sobre la arena de la playa masajeamos directamente toda la planta del pie, extendiendo este bienestar a las zonas reflejas corporales que se ven beneficiadas por esos estímulos. Incluso en un largo trayecto en avión descalzarse brinda una relajación inmediata.

Un baño de barro

Otra de las delicias que podemos probar en verano es tomar un baño de barro al aire libre, que resulta especialmente divertido si lo hacemos en familia o con los amigos.

No es preciso viajar al Mar Muerto, sea a Israel o a Jordania, para aplicarse el fango terapéutico y extraordinariamente rico en sales minerales de alguna de sus playas.

Podemos hacerlo perfectamente en alguna zona de nuestra costa, como San Pedro del Pinatar en La Manga del Mar Menor, algún balneario cercano a nuestro lugar de veraneo o incluso en una charca arcillosa de un riachuelo de aguas limpias.

Otra alternativa es adquirir un preparado de lodos (por ejemplo en una herboristería) y tomar un baño tibio de barro en casa o donde nos encontremos, siguiendo las indicaciones del producto.

Aplicándonos la arcilla retomamos el juego con la tierra y nos beneficiamos de sus múltiples virtudes, ya que este tipo de fangos son ricos en minerales y oligoelementos y poseen propiedades desintoxicantes, antiinflamatorias y astringentes, convirtiéndose en grandes aliados en problemas de huesos y articulaciones como artritis o reumatismos, o en problemas de piel: acné, psoriasis...

También resultan eficaces para combatir la celulitis.

Meditar en una cueva

Adentrarse en la oquedad de una montaña tras una caminata y sentarse en alguna zona a meditar es una experiencia conmovedora. La humedad, el olor a umbría y el silencio absoluto nos pondrán en contacto con las tripas de la tierra.

Quedarnos un rato dejando que los pensamientos y las sensaciones discurran por nuestra cabeza, sin retenerlos, nos ayudará sin duda a entrar en contacto con nuestros aspectos más profundos.

Podemos utilizar una vela, cuya luz difusa sin duda realzará el misterio del lugar, pero también se puede permanecer un rato completamente a oscuras, apreciando cómo cambian nuestras percepciones. Al salir quizá el paisaje se aparecerá ante nuestros ojos más sereno y luminoso.

2. Cómo conectar con el aire

Este elemento se vincula con la respiración, la palabra, la música, las ideas, la inspiración y la imaginación.

Expande tu respiración

Cuando llegamos a este mundo, el aire, volátil e inaprensible, cargado de energía vital (prana en la India o chi en Extremo Oriente) penetra en nuestros pulmones haciendo posible nuestra conexión con la existencia.

Nos abrimos a la vida tomando aire y la dejamos cuando expiramos el último aliento.

Mediante la respiración realizamos un intercambio continuo con el exterior: damos y recibimos; por ello nuestra respiración nos aporta muchas claves acerca de cómo somos y cómo nos tomamos la vida: ¿a sorbos pequeños, limitándonos, o recibiendo y dando plenamente y sin reservas?

Este ejercicio ayuda a tomar conciencia de la respiración y a expandirla a fin de experimentar la plenitud que un acto tan sencillo puede aportarnos.

Para realizarlo, siéntate cómodamente en el suelo, preferiblemente en un espacio natural (un bosque, la montaña, a orillas de un río) e imagina que tienes ante ti una brasa encendida que hay que convertir en llama.

Sopla dulcemente intentando crear esa llama y observa cómo lo haces: ¿tomas aire por la nariz o por la boca? ¿Respiras por el pecho o por el vientre, te fuerzas o lo haces suavemente, te mareas o sientes que te energizas?

Luego respira por la nariz y sopla con delicadeza. Toma aire imaginando que tu vientre es un globo que se infla cuando inhalas y que se desinfla a medida que vas exhalando. Puedes utilizar los abdominales para dejar salir hasta la última gota de aire.

Cuando sientas que tu respiración se expande y necesites tomar aire también por el pecho, hazlo. Inhala inflando el vientre y abriendo las costillas hasta el cuello para luego exhalar cerrando el pecho y luego la barriga.

Finalmente cierra los ojos y siente que la respiración expande tu cuerpo. Se contrae levemente al exhalar y se amplía placenteramente al inhalar.

Un baño de brisa marina

Tan importante como tomar conciencia de la respiración es dejarse bañar o envolver por el aire de vez en cuando.

Liberar la piel y exponerla al aire libre para que respire y entre en contacto con el frescor (una temperatura inferior a los 20 ºC) nos fortalece, acrecienta la capacidad adaptativa e inmunitaria del organismo e invita a participar en un encuentro placentero y vivificante con el aire.

Esta técnica naturista puede practicarse tanto en verano como en invierno y contribuye a evitar los resfriados.

Puede realizarse en las primeras horas del día en el dormitorio, con la ventana abierta, en el patio o jardín o en la terraza, aunque lo ideal es hacerlo en plena naturaleza. A orillas del mar nos beneficiaremos además de la gran cantidad de minerales e iones negativos presentes en la brisa.

Para llevarlo a cabo es preciso ir ligeros de ropa, con bañador o mejor aún desnudos y moverse con los pies descalzos.

La duración puede ser de unos pocos minutos hasta un cuarto de hora para los más entrenados. Se finaliza friccionando enérgicamente todo el cuerpo con las palmas de las manos.

3. Cómo conectar con el agua

Asociada simbólicamente con las emociones, los sentimientos y el subconsciente, el agua es el elemento del que surgió la vida y un bien del que no podemos prescindir.

Es sabido que se puede estar sin tomar alimentos hasta un mes o más, pero no podríamos privarnos de agua más que unos días.

El agua calma nuestra sed, refresca, purifica y en forma de lluvia limpia la atmósfera y riega los campos para que las semillas germinen y las plantas se desarrollen.

Una buena hidratación

El agua tomada como bebida pasa rápidamente al intestino delgado y de éste a la sangre aportando a las células y al líquido intersticial que las separa entre sí el agua que necesitan para cumplir sus funciones.

Las células la utilizan tanto para nutrirse (transporte de vitaminas, minerales y oligoelementos) como para eliminar los desechos orgánicos a través de la orina y del sudor.

Esto hace que en verano, cuando la pérdida de líquidos es abundante debido a la transpiración, necesitemos un aporte mayor de líquidos a través de una alimentación más refrescante (rica en fruta y hortalizas) y de la ingesta de agua.

En cuanto a la cantidad aconsejable, se estima que un adulto necesita ingerir unos dos litros de agua al día, sea indirectamente a través de los alimentos o directamente en forma de bebidas.

Para ello se aconseja que el agua esté a temperatura ambiente o, si el calor aprieta, mezclada moderadamente con agua fría.

En cuanto a las aguas más aconsejables, son las de mineralización muy débil. El agua perfecta sería la de alta montaña, exenta de cualquier contaminación, filtrada por la naturaleza y tal como brota del manantial.

Nadar en espacios abiertos

Nadar en el mar o en un río es una de las sensaciones más placenteras y recomendables que pueden experimentarse en verano.

El simple hecho de meterse en el agua fría favorece la salud vascular, tonifica el sistema nervioso y masajea la musculatura y las articulaciones.

Pero además, en el mar, cuya agua guarda una gran similitud con el plasma sanguíneo, la piel absorbe por sus poros su gran riqueza en minerales y oligoelementos.

Pensemos que todos los elementos conocidos pueden hallarse en el agua de mar, desde los nutritivos calcio y magnesio a otros más insólitos como el oro o la plata. La sal marina sin refinar equivale así a una quintaesencia de la materia.

Además, mientras flotamos sin oponer resistencia nos relajamos, dejando volar los pensamientos y vivimos un tiempo presente de total placidez, quién sabe si rememorando nuestro pasado intrauterino.

4. Cómo conectar con el fuego

Encarnado por el sol, la lava de los volcanes o las brasas de la hoguera, el fuego se ha vinculado desde antiguo con la transformación, las pasiones, la acción, la fuerza de voluntad, el espíritu, la iluminación y el renacimiento.

Un baño de sol

Aprovechar las primeras horas de la mañana o las últimas de la tarde para tomar baños de sol es un ejercicio recomendable por varios motivos: por un lado desnudamos nuestro cuerpo y lo ponemos en contacto con el calor de los rayos solares mientras nos relajamos y nos sentimos reconfortados física y mentalmente.

Por otra parte, la luz solar ayuda a nuestra piel a producir vitamina D, que a su vez contribuye a la absorción del calcio, previniendo la fragilidad ósea y la debilidad muscular.

El sol, además, en combinación con el agua de mar actúa sobre la piel mejorando sensiblemente problemas como el acné o las dermatitis y ayuda a eliminar toxinas debido al calor y la sudoración.

Para realizar un baño saludable hay que evitar las horas de mayor radiación (de 12 a 16 horas), protegerse el cuerpo y la cara con filtros solares con un factor de protección alto (no inferior a 15) y a ser posible de tipo mineral.

También hay que procurar que la exposición a los rayos del astro rey sea breve y progresiva, especialmente al inicio del verano.

Descubre tu centro energético

Mientras el agua permite transportar los nutrientes a las células y desechar lo que el organismo no necesita y el aire penetra en los pulmones dotándonos de vida, el prana, chi o energía corporal que según diferentes medicinas orientales tomamos a través de la respiración y de los alimentos recorre nuestro cuerpo por una intricada red de canales energéticos y funciona como nuestro fuego interno, otorgándonos la vitalidad y fuerza necesarias para mantenernos saludables.

Diferentes técnicas corporales, como el taichi, el chikung o el yoga y disciplinas médicas como la acupuntura, se basan precisamente en la armonización de esta energía corporal para afinar el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu.

Es posible percibir este torrente energético realizando un sencillo ejercicio.

Respira hondo, concéntrate en tu respiración, frótate las manos y colócalas una frente a otra delante del pecho con las palmas unidas, respirando de forma natural.

Luego ve separando lentamente las manos percibiendo mental y físicamente cómo una fuerza energética (imagina que es una energía blanca y luminosa de forma esférica) se sitúa entre ellas. Ve haciendo crecer esa esfera acompañándote de la respiración.

Luego eleva suavemente los brazos, gira las palmas de las manos hacia el suelo y, con la mano izquierda situada encima y la derecha debajo, transporta dicha esfera hasta un punto situado debajo del ombligo.

En ese punto, llamado dan tien en China o hara en Japón muchas tradiciones antiguas y otras modernas como el método Pilates sitúan el centro energético corporal. Permanece un rato sintiendo y meditando sobre esa percepción.

Los elementos de la medicina china en la naturaleza y en el cuerpo humano

Según la Medicina China, el mismo ciclo que siguen los cinco elementos en la naturaleza mueve la energía en los órganos del cuerpo humano.

La madera alimenta el fuego, y su ceniza genera tierra. La tierra engendra las vetas de metal. Al fundirse este se genera agua por condensación, de la que nace nueva madera, que alimenta el fuego...

Los acupuntores también perciben ese ciclo eterno de la vida en el cuerpo humano y subsanan sus desequilibrios.

Así el fuego y el sabor amargo nutren el corazón, pero también ofrecen energía al órgano siguiente, el bazo, regido y favorecido por el sabor dulce y el elemento tierra.

Para que este ciclo de producción energética no se acelere hasta la vorágine, cada sabor ejerce de freno para el órgano situado dos posiciones más allá.

Si en la naturaleza la tierra enturbia el agua, un exceso de dulce en la dieta afecta al riñón; mientras que al hígado le perjudica sobre todo la rabia y le beneficia el limón (sabor ácido).

ElementoFuegoTierraMetalAguaMadera
SaborAmargoDulcePicanteSaladoÁcido
Órgano "rey"CorazónBazoPulmónRiñónHígado
Órgano "ministro"Intestino delgadoEstómagoIntestino gruesoVejigaVesícula biliar
Orificio externoLenguaLabiosNarizOídoOjos
Estación del añoVeranoIntermediaOtoñoInviernoPrimavera
EmociónAlegríaPreocupaciónTristezaMiedoRabia

Visualización de los 4 elementos

El poder de las imágenes mentales es enorme, pues el cerebro acaba por no diferenciarlas de la realidad. Eso invita a usarlas positivamente.

Tierra

Imagina que paseas por el claro de un bosque, sopla una suave brisa y el sol brilla.

Llegas hasta un arroyo y observas que las orillas están cubiertas de un musgo denso y luminoso. Lo tocas con las dos manos y sientes su suavidad y frescor.

Luego te sientas sobre la tierra imaginando que, como un árbol, tus piernas se arraigan al suelo, firmes, confiadas y agradecidas de formar parte de este mundo.

Fuego

Ahora te diriges mentalmente a un claro del bosque iluminado por el sol y permaneces un rato en calma percibiendo la calidez de sus rayos sobre la piel. Siéntelo en tu pecho y a tu alrededor, tranquilizándote, protegiéndote y reconfortándote.

Busca un símbolo que represente cómo te sientes en este momento. Anótalo y utilízalo para que esa misma sensación reaparezca cuando necesites calma y confianza en el proceso de la vida.

Aire

Te tumbas en la tierra relajando el cuerpo, con los brazos y las piernas abiertos percibiendo el aire fresco y pensando en la importancia de recibir pero también de dar, ya que el aire que espiras es parte de ti mismo y el aire que recibes proviene de la naturaleza y de tu conexión con el resto de la humanidad.

Agua

Te incorporas con tranquilidad, te diriges al arroyo y sumerges una mano en el agua, notando su frescor.

Imagina que bebes de esa agua pura y cristalina que baja por tu garganta hasta el estómago refrescándote y saciando tu sed.

Libros para conectar con los elementos

  • El gran libro de la respiración; Donna Farhi. Ed. Robinbook
  • El poder curativo de la arcilla; Cote Framis. Ed. Océano/Ámbar
  • El plasma de quintón; André Mahé. Ed. Icaria