La mayoría de movimientos que exige la vida cotidiana implican llevar el cuerpo hacia delante. De ahí que la parte superior de la espalda se encorve y el pecho se hunda.

La persona en cierto modo se "enrosca" sobre sí misma, lo que limita su capacidad respiratoria y se asocia a una expresión más constreñida de la vitalidad.

Estirando la compleja región pectoral, en la que están involucrados los músculos propiamente pectorales, pero también los laterales, los rotadores de hombros y los trapecios, se consigue no solo mejorar la postura sino aumentar la entrada de oxígeno al organismo, liberar el diafragma para que trabaje con libertad y ganar, por tanto, bienestar.

Desde un punto de vista emocional, se considera que los estados de ansiedad se quedan atrapados en el centro del pecho, lo que provoca sensación de ahogo o dificultad para respirar.

Abrir el pecho es abrir el corazón

Una postura de yoga particularmente beneficiosa para expandir la caja torácica y flexibilizar los hombros es la "postura del pez" (Matsyasana), que puede hacerse con las piernas rectas o cruzadas.

Además de favorecer una respiración más profunda, abre y estira la zona de la garganta, lo que también ayuda a respirar mejor.

También alivia la tensión en la zona superior de la espalda, incrementa el riego sanguíneo hacia la cabeza, aumenta la movilidad de la zona pélvica y tonifica los órganos de esta región.

La postura del pez permite una apertura emocional, tal vez porque logra que el corazón esté por encima de la cabeza.

También resulta muy útil la "postura del camello" (Ustrasana), en que, de rodillas con las manos en las caderas, se arquea la espalda hacia atrás hasta, si se puede, cogerse los talones con las palmas.

Se trata, sin embargo, de posturas exigentes para la espalda, por lo que hay que iniciarse en su práctica poco a poco, sin forzar nunca los límites de cada cuerpo en cada momento concreto.

Una postura fácil para expandir el tórax

  1. Tendido boca arriba, con las piernas rectas y juntas, pon las manos debajo de las nalgas, con las palmas hacia abajo.
  2. Inspirando, presiona sobre los codos para entrar los omoplatos y empujar hacia arriba el pecho. Respira.
  3. La cabeza irá girando poco a poco de forma natural. No te apoyes demasiado en las vértebras. Cuando la apertura sea máxima, la coronilla se colocará sobre el suelo.
  4. Permanece así entre dos y ocho respiraciones.
  5. Con una espiración, regresa a la posición inicial.