Queridas Mentes Insanas,

Estaba yo pensando qué os iba a contar esta semana cuando me sale un aviso de que la Olza me ha citado en su blog y os tengo que decir que yo soy muy fana de la Olza especialmente desde el artículo “¿Puede un feminicida trabajar de psiquiatra?” que os recomiendo que leáis ya (y volváis luego a leerme a mí, que si no me siento sola).

A lo que íbamos: que la Olza me cita esta semana y se pregunta si en tiempos de poliamor tiene sentido aún construir una relación a fuego lento.

Ay amiga Olza, ven aquí que te voy a contar. En mi opinión, y te lo digo después de 20 años de relaciones poliamorosas, esto del poliamor solo se puede construir a fuego lento, es la única manera de que sea de verdad poliamor y de que sea en verdad sostenible y duradero.

Lo otro, a lo que tú te refieres, son monogamias consecutivas que, como tales, se solapan durante un tiempo hasta que una de las partes dice basta, o porque ya se ha decidido con quién quiere estar, o porque no soporta más el triángulo. Sin duda hay gente que llama a eso poliamor, pero creo que hay que añadirle, ya a estas alturas, un apellido: es poliamor neoliberal. Pero no todo el poliamor lo es, y no todo se hace desde ni hacia prácticas neoliberales.

El buffet libre de los amores, ande o no ande

Tengo un ejemplo que me gusta mucho: esos bufetes libres donde ves cantidades ingentes de comida en los platos y en las mesas, cosas medio mordisqueadas y abandonadas sin más para ser sustituidas por otras, y te das cuenta de que nadie se va a poder comer toda esa comida y, si lo hace, se va a llevar una indigestión de dimensiones cósmicas. Pero como la comida está allí, disponible, nos da la sensación de que solo podemos consumirla. Hay incluso una idea de que eso es ser libre, lo cual es una chorrada evidente, porque si no puedes evitar comerlo ya me dirás qué libertad ni libertad.

Total, que con los amores y el poliamor nos está pasando lo mismo: andamos desbocadas porque de repente se puede. ¡Guau! Y entonces tenemos que consumirlo todo, todo, todo. Porque es posible y no sabemos cómo manejar esa posibilidad.

Lo que nunca decimos es que también es posible no hacerlo. Es más, lo que no estamos entendiendo es que la fiebre consumista de los afectos es monógama, no es poliamorosa.

¿Por qué? Pues porque es la monogamia la que nos ha enseñado que, hasta que tienes pareja, cuando alguien te gusta tienes que estar con esa persona, porque el deseo tiene que concretarse en algo y el amor no correspondido no es una alegría sino una desgracia. Imagínate: que querer a alguien sea visto como una desgracia sí es una desgracia en sí misma.

En monogamia el deseo es el inicio de algo, nunca es algo por sí mismo. Y añado aquí que la cultura de la violación, por cierto, tiene una pata asentada en eso.

Total, que con el poliamor, si no se revisan las bases monógamas hasta sus últimas consecuencias, seguimos con el mismo esquema: alguien me gusta, voy a por ese alguien, ande o no ande, sea un buen momento o no lo sea, sea sostenible la historia o no lo sea y etc. Y así vamos: la mayoría de historias poliamorosas acaban siendo eso, monogamias consecutivas con un rato de solapamiento hasta que alguien cae de la ecuación.

¿Y si el deseo fuese algo bonito en sí mismo? ¿Y si no tuviésemos que montar un follón cada vez que deseamos? ¿Y si pudiese simplificarse y pudiésemos decirle a alguien “oye, que te deseo” y la otra persona nos pudiese contestar “¡oh, qué bonito!” y ya está, sin que el deseo fuese ni una propuesta, ni una expectativa ni nada más y nada menos que deseo? ¿Os imagináis un mundo así? Pues ese es el mundo poliamoroso que imaginamos algunas. Pocas, pero ahí estamos.

Y sí, como tú dices, yo también estoy muy cansada, compañera. Estoy cansada de ser un campo de experimentación, de poner mi cuerpo como autoescuela del poliamor y quedarme en la cuneta abollada y escacharrada cada dos por tres.

Así que también reclamo lentitud. Reclamo reflexión, reclamo cuidados y estoy aprendiendo, imagínate, a mis 44 años como 44 soles, a poner unos límites que me hagan bien.

Y mira, ahora que digo esto, la semana que viene os hablo de narciso, que ahora me he acordado de eso y ya no me queda espacio.

¡Feliz semana, Mentes, y un beso grande, Ibone!