Desde la consulta es un podcast del psicólogo Ramón Soler para la revista Mentesana. Escúchalo y compártelo.

En este blog, he dedicado varios artículos a desgranar diversos aspectos de la compleja cuestión del bullying. En el presente escrito, voy a profundizar más sobre este tema para analizar las secuelas que deja, tanto a corto como a largo plazo, en las víctimas que lo sufren.

Cada cierto tiempo, cuando ocurre algún desgraciado episodio de suicidio infantil, los medios de comunicación, se interesan fugazmente por la cuestión del bullying. Por ejemplo, todos recordamos el ruido mediático que levantó el caso de Lucía, la niña de 13 años que, al no poder soportar el acoso que recibía en su instituto por parte de varias compañeras, terminó con su vida.

Sin embargo, pasada la indignación colectiva, en un breve lapso, el tema cae en el olvido y otras noticias ocupan los titulares. En el instante en el que los focos se apagan, miles de niños y niñas que, en casi todos los colegios de nuestro país (y también del extranjero), a diario sufren bullying, pasan a ser nuevamente ignorados y abandonados a su suerte.

La consecuencias del bullying en las víctimas

El efecto más claro y evidente del acoso, se produce en la autoestima de la víctima, la cual, queda profundamente dañada tras los ataques recibidos. Estos niños, de por sí, ya suelen poseer una pobre imagen de sí mismos y una baja autoestima, por lo que, al sufrir acoso, el problema se agudiza y la criatura entra en un círculo vicioso de desamor y desprecio hacia su persona del que resulta muy difícil salir.

Debido a los daños emocionales (y en muchas ocasiones físicos) sufridos, estos pequeños tienden a encerrarse en sí mismos y dejan de defenderse de los ataques, lo que, a su vez, propicia que el acosador (apoyado por su grupo), al no encontrar ningún tipo de resistencia, persista en su hostigamiento.

Además de los obvios efectos sobre la autoestima, vamos a ver otra serie de consecuencias que tiene el acoso escolar en la personalidad de quien lo sufre.

1. Bajo rendimiento escolar

Ésta suele ser una de las primeras señales de alarma. Alumnos que tenían un rendimiento normal o alto, sin que haya un motivo evidente para ello, se desmotivan, dejan de estudiar y comienzan a suspender.

2. Alerta continua

Una explicación del punto anterior es que el cerebro de la víctima de acoso no activa el modo aprendizaje, sino que, continuamente, se mantiene en modo de defensa o supervivencia. Se ha comprobado que estos niños (y niñas) están en modo de alerta continua, sus niveles de hormonas del estrés, su tensión y su ansiedad, nunca decaen, exactamente igual que los soldados que han estado en combate.

Estos pequeños, al desconocer cuándo o dónde van a aparecer sus acosadores, se mantienen siempre en estado de alerta, en modo de vigilancia constante. Evidentemente, lo que menos les preocupa en esos momentos son sus resultados académicos.

3. Indefensión

Al no recibir apoyo por parte de su entorno, se sienten solos y abandonados frente a sus acosadores. Su única estrategia de defensa consiste en replegarse sobre sí mismos e intentar pasar lo más desapercibidos posible.

En ellos, esta actitud se convierte en patrón de comportamiento, por lo que en su futuro procederán de igual forma tanto en sus trabajos, como con sus parejas o en cualquier otra situación en la que se sientan en peligro.

4. Somatizaciones

Como causa del alto nivel de estrés que soportan las víctimas, su sistema inmunitario se ve muy afectado, dejándoles más vulnerables ante cualquier ataque externo. En estos niños son frecuentes los problemas estomacales (dolor de barriga, vómitos, diarreas, colon irritable), pero, también la piel puede verse afectada por el estrés.

5. Depresión y suicidio

Si el acoso se prolonga durante varios años, es frecuente que estos niños caigan en depresión y, en casos más graves, como hemos visto, pueden llegar a plantearse el suicidio como la única escapatoria ante el infierno que sufren a diario.

Consecuencias a largo plazo

Aunque la mayoría de la gente lo desconozca, los efectos del bullying no terminan al dejar el instituto o la universidad. Las víctimas arrastrarán, de por vida, los miedos e inseguridades que quedaron grabados en su cuerpo y en su mente durante los años de infancia y adolescencia. De hecho, muchos de las personas que sufrieron acoso en su infancia, en su vida adulta presentan fobia social y miedo a afrontar situaciones que conlleven una exposición pública.

En mi consulta, recibo con bastante frecuencia a personas adultas que sufrieron acoso en sus años escolares. Su motivo de consulta no es este, sino una baja autoestima, fobia social o problemas en sus relaciones personales, pero, cuando profundizamos en sus historias, descubrimos la relación entre su presente y su pasado.

El caso de Ricardo

Ricardo fue uno de esos casos que vino a consulta por un problema que estaba poniendo en peligro su empleo.

Trabajaba como auxiliar de biblioteca y sentía un bloqueo enorme cada vez que tenía que atender al público o cuando debía amonestar a alguien que hacía ruido o que molestaba a los demás. Cuando se acercaba la hora en la que tenía que realizar el servicio de préstamo o cuando escuchaba que alguien hacía más ruido de la cuenta, este joven, sentía una ansiedad atroz.

Trabajando con su historia personal, encontramos que Ricardo había sufrido bullying en su infancia. Sus acosadores le perseguían entre clase y clase, le pegaban, se burlaban de él, le llamaban con motes despectivos, le escondían su mochila o le robaban su material escolar, e incluso, en varias ocasiones, recordaba haber pasado varias horas en un armario en el que le habían encerrado para reírse de él.

Poco a poco, tras mucho trabajo terapéutico, Ricardo fue recuperando su autoestima y transformando la mala imagen que tenía de si mismo, en un sentimiento de confianza y seguridad en su persona. Como anécdota contaré, que en una de la sesiones se enfadó tanto por no haber tenido herramientas físicas y emocionales para defenderse, que tras salir de la consulta, se apuntó a clases de defensa personal en el gimnasio de su barrio.

Deseo finalizar este artículo con un mensaje esperanzador para todas aquellas personas que sufrieron bullying en su infancia y que siguen arrastrando sus consecuencias años después. Siempre es posible liberarse de estos efectos dañinos. A veces es necesaria ayuda exterior para poder hacerlo, pero, el doloroso pasado se puede dejar atrás, es posible recuperar la autoestima perdida en nuestra infancia.