Entrevistamos a Emily Esfahani Smith, autora del libro “El arte de cultivar una vida con sentido” (Ed. Urano). Esta buscadora incansable desde que era adolescente ha recogido en este libro distintas investigaciones que muestran cómo en la vida es más importante el sentido que obsesionarse con la búsqueda de la felicidad personal.

Después de escribir un artículo titulado “Hay otras cosas en la vida aparte de ser feliz” esta filósofa, que colabora regularmente en publicaciones como el New York Times o e The Wall Street Journal, se ha hecho conocida por defender que una vida con sentido es mejor que encontrar la felicidad.

“Los seres humanos somos criaturas que siempre buscamos el sentido de las cosas y anhelamos llevar vidas significativas. Viktor Frankl, el sobreviviente del Holocausto, dijo que la voluntad de encontrar el sentido es la fuerza psicológica más poderosa que tenemos. Necesitamos saber que nuestra vida ha servido para algo y que la estamos aprovechado haciendo cosas: un trabajo del que nos sentimos orgullosos, la formación de una familia, la dedicación a nuestra comunidad... Son actividades que puede que no nos hagan felices todo el tiempo, pero que resultan determinantes porque dan sentido a nuestras vidas y, al final de día, eso es lo que nos importa más”, asegura Emily.

¿Qué es lo que nos ayuda a dar más sentido a nuestra vida?

A partir de mis estudios e investigaciones existen cuatro pilares importantes para construir una vida con sentido. El primero es el sentido de pertenencia: es decir, sentirse que formas parte de una relación, que estás vinculado a los demás y formas parte de una comunidad en la cual te sientes en casa, en la cual te sientes valorado y valoras a los que te rodean.

Para la mayoría de personas la pertenencia y vínculos con los amigos y la familia son el pilar más importante para sentir que llevan una vida con sentido. Eso también es cierto en mi caso. Mis relaciones son lo que hace que mi vida tenga sentido.

En segundo lugar el sentir que tienes propósito: sentir que tienes algo que valga la pena llevar a cabo, que tienes un objetivo o proyecto que organiza tu vida.

En tercer lugar está la trascendencia que significa el haber tenido experiencias en las cuales te sientes que estás conectado con algo más poderoso que tú y que va más allá de ti como es la naturaleza. La trascendencia también es una fuente importante de significado para mí porque me recuerda que el mundo es muy grande y yo sólo soy una pequeña parte de él.

Y en cuarto lugar está la narración que dota de sentido tu vida: las historias que construimos sobre las causas que te han llevado a ser cómo eres y por qué el mundo es como es.

Dan P. McAdams, profesor de Psicología de la Personalidad en la Universidad de Harvard, estudia las historias que las personas cuentan de su vida y aquello que hacen. Así descubrió que las personas que interpretan su vidas como historias de superación, historias en las cuales su vida ha servido para enmendar un error, tienden a ser más capaces de crear y producir algo. Es decir, tienden a contribuir, a mejorar la vida de los demás. También descubrió que vivir una vida significativa está asociado a interpretar la vida como una historia de superación, de crecimiento personal y de amor.

¿Por qué dice que buscar la felicidad es lo que más nos aleja de ella?

Efectivamente, buscar la felicidad es lo que más nos aleja de ella. Hay muchas investigaciones que demuestran que priorizar la felicidad, anhelarla y buscarla obsesivamente- algo que nuestra cultura nos estimula a hacer constantemente- puede hacernos muy infelices.

Y es que esta obsesión por la felicidad nos hace tener expectativas muy altas sobre cómo debería ser nuestra vida para ser felices y también nos hace creer que deberíamos ser felices todo el tiempo o la mayor parte de tiempo, algo que es muy poco realista. La felicidad es una emoción que tal y como viene se va.

Tal vez por eso la depresión es una de las enfermedades actuales más frecuentes. ¿Cómo podemos vencer la depresión?

Para mí ayudar a las personas a salir de sus propias mentes es clave. Muchas personas deprimidas están atrapadas en sus propias reflexiones y pensamientos negativos repetitivos: "Soy horrible, soy un fracaso, nunca llegaré a ser nada, etc."

En cambio cuando se comprometen con el mundo llevando a cabo una tarea que de alguna manera contribuya a mejorar o ayudar a la comunidad o bien cuando logran conectarse con los demás, entonces eso les ayuda enormemente a salir de su mente, a trascenderse. El hecho de conectarse a algo que está más allá de ellos mismos les resulta muy sanador.

¿Por qué cree que el sentido de pertenencia es lo que más sentido da a nuestra vida?

Porque los humanos somos fundamentalmente seres sociales y cuando los demás nos tratan como si fuéramos una persona importante para ellos, entonces es cuando sentimos así, cuando sentimos que tenemos un valor. El verdadero sentido de pertenencia nos lo proporciona el amor que depende de una elección: se trata de elegir estar completamente presente ante la otra persona y valorarla por lo que ésta es intrínsecamente.

Las personas y comunidades que son capaces de estar verdaderamente presentes ante los demás valorándolos por lo que son en esencia son las que otorgan un sentido de verdadera pertenencia a los demás. Sin embargo, algunas personas y comunidades confieren a los demás un falso sentido de pertenencia al valorarlos no por lo que son, sino por lo que creen, por lo que odian, por lo que están dispuestos a hacer para defender sus creencias.

Para mí esto no es un sentido de pertenencia real. Una comunidad o una relación que ofrece un verdadero sentido de pertenencia nunca exigiría a la persona que traicionara su dignidad como ser humano. Podemos sacrificarnos para mantener una relación, pero honrando la integridad de cada uno.

¿Y qué implica experimentar la trascendencia, sentir que hay algo más allá de nosotros mismos?

Las experiencias de trascendencia son aquellos momentos especiales en los cuales unos siente que se eleva por encima del bullicio, la prisa y las obligaciones de la vida cotidiana y se conecta con una realidad superior y más importante que todo aquello. La gente califica estas experiencias como algo extremadamente significativo en su vida porque en buena medida les dan una nueva perspectiva sobre aquello que es auténticamente importante y lo que no.

Estos momentos consiguen que nos demos cuenta de que nuestros problemas son muy pequeños en comparación con el universo del que formamos parte y al que pertenecemos. Son vivencias que también ayudan a las personas a sentirse conectadas con algo mucho más grande, como el universo.

En su libro explica que la meditación sufí la ha ayudado a dotar de sentido su vida.

Tal y como explico, pasar mi infancia en un centro de meditación sufí fue maravilloso. Los sufíes después de meditar beben té y les encanta mojar el terrón de azúcar en el té, ponérselo en la boca y después bebérselo a través del azucarillo. Les entusiasma cantar poemas de los sabios y santos sufíes medievales.

Como Rumi: “Desde que fui arrancado de mi hogar de juncos, cada una de mis notas han hecho llorar a muchos corazones”. Como Attar que escribe sobe el buscador: “Puesto que el amor ha hablado a tu alma, rechaza al Yo, ese remolino donde naufragan nuestras vidas”.

Los sufíes que meditaban en nuestro hogar pertenecían a una larga tradición de buscadores espirituales. La autorreflexión y el autoconocimiento juegan un papel determinante en una vida con sentido. Para crear la historia de tu vida, debes reflexionar sobre las experiencias que te van a definir y cómo vas a compartirlas con los demás para que también les ayuden a ellos a crecer.

Para descubrir qué quieres hacer con tu vida y cuál podría es el propósito de tu vida, debes saber quién eres y cómo puedes ayudar mejor a los que te rodean. De adolescente fue esa búsqueda de sentido la que me dirigió a la filosofía.

La pregunta de cómo vivir con sentido fue el eje alrededor del cual giraba esa disciplina, con pensadores como Aristóteles o Nietzsche que ofrecían sus propias visiones de lo que consideraban necesario para el buen vivir. Pero, cuando llegué a la universidad, pronto me di cuenta que hacía mucho tiempo que la filosofía había abandonado esa búsqueda.

¿En qué sentido ha cambiado?

El estudio American Freshman lleva registrando los valores de los estudiantes universitarios desde mediados de la década de 1960. A finales de los sesenta la prioridad de los alumnos de primero era “desarrollar una filosofía de vida que tuviera sentido”. Casi todos ellos (86%) dijeron que era una meta “esencial” o “muy importante” en su vida. Cerca del año 2000 su prioridad se había transformado en “lograr una muy buena posición económica” mientras que sólo el 40% dijo que su meta principal era una vida con sentido.

Por supuesto, todavía la mayoría de estudiantes anhelan fuertemente encontrar el sentido. Pero esa búsqueda ya no es el motor principal de su educación.

¿Pueden las culturas ayudar a las personas a ser más saludables?

Sí, si desarrollan culturas que ayudan a dotar nuestras vidas de sentido. La principal política que deben desarrollar es el respeto por la dignidad de cada vida humana. Hay muchas culturas que dan sentido a nuestras vidas que son malignas porque no se apoyan en el respeto a la vida humana, como es el caso de ISIS, por ejemplo, que no respetan la inviolabilidad de cada vida. Sin embargo, las culturas que dotan de sentido positivo la vida pueden ayudar a las personas a crecer y a llevar vidas más saludables.

La vida es hermosa y hay fuentes de significado a nuestro alrededor a las que podemos acceder. Las personas que han mostrado ser más resilientes ante la adversidad son aquellas que han construido su vida sobre pilares que la dotan de sentido. Frankl escribió: “El hecho de ser humano siempre apunta, y está dirigido, hacia algo o alguien diferente a él mismo. Ya sea cumplir algo que aporte sentido o conectar con otro ser humano. Cuanto más se olvida de sí mismo -entregándose a una causa a la que servir o a otra persona a la que amar- más humano es”.

En su libro explica que a pesar de que en nuestra sociedad actual la industria de la felicidad continua creciendo, como sociedad somos más desdichados que nunca.

“Desde 1960 en Estados Unidos las personas que padecen depresión ha crecido de forma espectacular y entre 1988 y el 2008 el uso de antidepresivos ha aumentado en un 40%. Según la Organización Mundial de la Salud, se ha disparado la tasa global de suicidios hasta el 60% desde la Segunda Guerra Mundial. En el 2014 Shigehiro Oishi de la Universidad de Virginia y Ed Diener de Gallup estudiaron a 140.000 personas de 132 países distintos preguntando si estaban satisfechos con su vida y si sentían que estas tenían un propósito o sentido importante.

Sus hallazgos fueron sorprendentes: las personas de las zonas más ricas como Escandinavia eran más felices que las de regiones más pobres como el África subsahariana. Pero, cuando hacían referencia al sentido, las zonas ricas como Francia y Hong Kong eran algunos de los lugares con los niveles más bajo de sentido, mientras que países pobres como Togo y Níger se encontraban entre los que tenían niveles más altos, aunque las personas que vivían allí eran las más infelices del mundo.

Uno de los datos más inquietantes fueron los índices de suicidio. Resultó que en los países más ricos tenían índices significativamente más altos de suicidio que los más pobres. Por ejemplo, la tasa de suicidios en Japón, donde la renta per cápita era de 34.000 dólares, era el doble que el de Sierra Leona, donde la renta per cápita era de 400 dólares. Oishi y Diener ofrecían como explicación que la variable que marcaba la diferencia era el sentido. Los países con los índices más bajo de sentido como Japón también contaban con las tasas más altas de suicidio”.