Para entender un poquito mejor la depresión hemos de partir de una premisa: todo ser humano vive permanentemente dividido entre la relación con el exterior y la relación consigo mismo, y esto se produce a la vez.

Esto quiere decir que nuestro pensamiento está constantemente comentando las jugadas tanto de lo que pasa afuera, como de lo que pasa adentro. Esto sucede siempre. Entonces, ¿qué pasa cuando estamos deprimidos? Pasa que nos machacamos.

¿Por qué nos quedamos encerrados?

El patrón común en todas las depresiones es que se produce un repliegue hacia el mundo interno. Los comentarios son todos hacia dentro, aunque hacia fuera todo parezca normal.
Las cosas, personas o actividades que antes sostenían nuestros vínculos con el exterior, haciéndonos de espejo positivo, o bien ya no están, o bien han perdido el valor que tenían.

Simultánea y progresivamente la mente se va llenando de reproches de incompetencia, imposibilidades, defectos, errores y un largo etcétera. Se ha creado un saco con todas las recriminaciones posibles.

De ese Todo se pasa a la Nada. La mente se ha saturado con tanto machaque y se queda en blanco. Solo se percibirá una profunda tristeza y el sentimiento de no poder con la vida

El cuerpo se arrastra y gana el sinsentido existencial... Sin darse cuenta, la persona ha hecho una especie de parón y recorte de su existencia donde únicamente habita y tiene espacio lo que no fue, ni es, ni será, pero tendría que haber sido.

El sujeto deprimido es un idealista. Sus ideales son de justicia, coherencia, perfección y eficacia absolutas. En ese lugar estarán puestos algunos de los personajes que le rodean: ellos pueden o han podido, él o ella, no.

Cualquier cosa de la realidad o de sí mismo será analizada bajo esta exigente lupa. Así, no soportará sus fallos y llevará muy mal las incoherencias, mentiras o traiciones.

Para cerrar el círculo, la persona siente que nadie le va a comprender y que, además, por autoexigencia propia, tendría que ser capaz de salir sola de la situación.
En la medida en que eso no es posible, sin darse cuenta, se va a sentir la mayor basura de toda la humanidad.

¿Cómo detectar las señales?

La depresión es de difícil detección. Sin darnos cuenta, se va incubando progresivamente y no la vemos hasta que ya se instala una inmensa tristeza y apatía. Sin embargo, se pueden ir captando ciertos cambios siguiendo el hilo conductor de la manera en la que se genera.

  1. Se va produciendo un retraimiento de actividades y relaciones que antes producían placer, o con las que previamente estaba comprometida.
  2. La persona puede estar escuchando las situaciones o problemas de los otros, pero hablará muy poco de sí misma y de lo que le inquieta.
  3. La autocrítica le cierra el paso a las palabras, lo que además le hará sentirse hipócrita frente a los demás, por esa división entre lo que escucha y dice, y lo que piensa ella para adentro.
  4. Esa sensación de estar y no estar la harán valorarse como “rara” y se manifestará hacia fuera en un aspecto de persona parada, inhibida y que duda de todo.
  5. Cualquier tarea, hasta la más nimia, se habrá convertido en una obligación, en un deber que le costará mucho cumplir o irá aplazando.
  6. En cualquier conversación, debate o problema, el depresivo sacará su negativismo. Cualquier solución que se aporte será considerada inviable e incluso, si no encuentra cómo rebatirla, saltará de tema hacia otro insoluble.
  7. De fondo puede aparecer la nostalgia de la infancia, juventud, otros tiempos en los que, supuestamente, se era totalmente feliz y que ahora son irrecuperables.
  8. En sus escuetas charlas se referirá a familiares o personajes, presentes o pasados, que son o fueron capaces de vivir, sin fallar nunca y en circunstancias mucho peores de las que ha de enfrentar el sujeto.