Un síntoma tan común como el dolor de cabeza puede vivirse de distintas formas y responder a muy diversas causas. Cuando el malestar se convierte en algo habitual, afecta negativamente a nuestra calidad de vida. Observarnos, cambiar algunas rutinas, comprender su origen y escuchar su mensaje puede ayudarnos a aliviarlo.

Si se presenta de forma esporádica, el dolor de cabeza es un síntoma que se considera como una variante de la normalidad; pero cuando se repite con frecuencia y es muy intenso, puede llegar a ser invalidante para la persona y, en algunos casos, convertir su vida en un infierno.

Sin embargo, no todos los dolores de cabeza son iguales, y sus características pueden ayudar a cada persona a distinguirlos y a estar atenta a los desencadenantes.

Convivir con el dolor de cabeza

Como primera gran diferencia, el dolor puede ser agudo o crónico. Si aparece de forma abrupta, y no cede durante varios días, tiene que ser atendido con urgencia. Si va acompañado de fiebre alta, se debe descartar la presencia de meningitis; si no hay fiebre, la hemorragia cerebral o la exposición a tóxicos.

Pero las cefaleas agudas son poco frecuentes: más del 90% de los dolores de cabeza son de tipo crónico o subagudo y, a veces, su intensidad oscila en relación a las situaciones de estrés. Vamos a hablar de las más comunes: migrañas, cefaleas de tensión y cefaleas en racimos.

Migrañas crónicas

También llamado jaqueca, es un dolor que se inicia habitualmente en solo un lado de la cabeza y se asocia con náuseas, pérdida de apetito y vómitos.

Aparece en forma de ataques o crisis muy variables en intensidad, frecuencia y duración, que pueden llegar precedidos de alteraciones sensoriales (confusión, hormigueos, visión de pequeñas luces) y, en ocasiones, ruidos en el oído, alteraciones motoras (pérdida de fuerza en brazos o piernas) o del humor (ansiedad o agobio).

Se han diferenciado dos tipos:

1. Jaqueca común

Representa el 80% de los casos. El dolor aparece en un lado de la cabeza, es pulsátil y va acompañado de náuseas, vómitos y una gran molestia ante la luz y el ruido, por lo que la persona que la padece se suele encerrar a oscuras hasta que cede la crisis, que puede durar unas horas, pero también dos o tres días.

Puede desencadenarse por situaciones de estrés, esfuerzo físico o consumo de alcohol o tabaco. Suele aparecer alrededor de los días de la menstruación, relacionándose con el exceso de estrógenos, en la segunda fase de ciclo, o con el déficit de progesterona. Por esta razón, mejora durante el embarazo y suele desaparecer en la menopausia.

2. Jaqueca clásica

Son ataques más cortos, de unas seis horas, que van precedidos por unas sensaciones difíciles de explicar (aunque las personas que las sufren saben identificarlas como el anuncio de una crisis), denominadas aura, que se añaden a los síntomas de la jaqueca común.

El aura puede estar presente 20 minutos y es muy invalidante: se ven lucecitas (fosfenos) y se advierten deformaciones ópticas en las caras u objetos que se miran, aparece un hormigueo en los labios, la lengua y la cara, y debilidad muscular de un lado del cuerpo.

Las causas son controvertidas. Se ha apuntado al exceso de serotonina cuando disminuyen los niveles de otros neurotransmisores, como la adrenalina y noradrenalina, y al de histamina en personas que padecen un nivel bajo de la enzima diaminooxidasa, aunque es necesario hacer más ensayos clínicos.

Los desencadenantes se relacionan con el sueño (puede ser tan negativo dormir poco, o cambiando horarios, como dormir demasiado), el cansancio (el cese brusco del estrés físico o psíquico que causa dolor de cabeza al empezar el fin de semana), la alimentación, el consumo de tabaco, el ambiente (cambios súbitos de temperatura, ruido) y algunos medicamentos (como ciertos anticonceptivos hormonales).

Cefaleas de tensión

Es el dolor de cabeza que se produce a consecuencia de la tensión muscular excesiva y prolongada; la mitad de los casos de cefalea son por este motivo. Se presenta con más frecuencia entre personas que tienen cierta dificultad para relajarse o una exagerada actitud de alerta.

El dolor se puede sentir como un casquete que comprime la cabeza desde la parte superior hacia ambos lados, o como una presión agobiante en la parte posterior del cráneo, la nuca y el músculo trapecio.

Esta localización puede hacer pensar a quien lo sufre que tiene un problema de vértebras cervicales, pero si el origen es una contracción sostenida de los músculos de esa zona, el mejor tratamiento serán las fórmulas de relajación.

La cefalea por tensión va acompañada de una sensación de inestabilidad al andar, quizá por una anómala irrigación del sistema del equilibrio corporal, a causa de las contracturas. En cualquier caso, el cuerpo nos puede estar pidiendo reposo y relajación.

Quienes sufren cefaleas por tensión suelen ser propensos a padecer ansiedad; pueden ser personas aprensivas, susceptibles o que se preocupan demasiado. Tal vez inconscientemente quieren disimular su agitación e inquietud y acaban contrayendo excesivamente la musculatura.

Es importante que las personas con cefalea de tensión cambien sus hábitos de vida y trabajo; intentar resolverla solo con analgésicos puede calmar el dolor, pero este acaba por volver. Cuando aparece, es aconsejable tomar un baño o ducha caliente, con el agua dirigida a la nuca, beber luego una infusión relajante –ni té ni otros estimulantes– y estirarse en un sofá cómodo para escuchar música o intentar una relajación profunda en silencio.

Cefaleas en racimos

Son crisis muy intensas que se acumulan de forma brusca en un corto periodo de tiempo, de 30 a 60 minutos, al atardecer o interrumpiendo las horas de sueño nocturno. Mientras dura el dolor de cabeza, las personas afectadas sienten la nariz taponada o que de esta surge una destilación acuosa, y tienen la impresión de que se han resfriado de golpe. También pueden tener los ojos hinchados y enrojecidos, como si se tratara de una alergia ocular.

Las crisis dolorosas se presentan en adultos entre los 20 y los 50 años. A veces sus crisis se alternan con las jaquecas, pero en la cefalea en racimos suele haber una alteración muy focal, centrada en las redes nerviosas que envuelven la arteria carótida.

Los factores desencadenantes suelen ser los mismos que en las migrañas; sin embargo, en este caso, al cesar los episodios críticos, la persona no tiene sensación de estar enferma y puede hacer vida normal entre las crisis sin que estas afecten su capacidad de concentración.

Prevención activa

En todos los casos de cefaleas crónicas, aparte de consultar a un profesional de atención primaria o neurología, conviene modificar algunas costumbres para prevenir su aparición.

  • Sueño regular. Ocho horas de sueño –y si no se puede, siestas de 20 minutos– es la mejor prevención. Dormir más, por ejemplo los fines de semana, puede favorecer las migrañas.
  • Evitar tabaco y alcohol. Fumar es un factor predisponente. También deben evitarse el alcohol de alta graduación y el vino en las cenas, en especial el tinto.
  • Relajación a partir de las 19 h. Hay que eliminar estrés: a partir de esa hora no se debería consultar el correo electrónico ni realizar tareas conflictivas. Aprender a hacer ejercicios de relajación y disponer de música tranquila, que ayude a conciliar el sueño, es una buena idea.
  • Realizar ejercicio físico moderado conviene a quienes sufren cefaleas de tensión: andar media hora con paso rápido, nadar, ir en bici, hacer gimnasia... Organizarse bien para no tener que improvisar también les irá bien.