El contacto con la montaña siempre nos hace sentir algo especial, quizá porque el esfuerzo físico para ascender estimula física y psicológicamente y da una mayor profundidad no solo respiratoria sino psicológica. Os invito a organizar una excursión a la montaña: recupera el calzado de montaña o rescata la bicicleta y sal al monte. Todo pueblo tiene su montaña a mayor o menor cercanía de su horizonte, basta con acercarse a la más próxima.

Al entrar en sus cuestas, descubrimos no sólo la opción deportiva de la escalada sino también sus plantas, sus animales, sus piedras, su arte, sus olores, sus colores, un encuentro con la naturaleza y con vosotros mismos. Te contamos cómo organizar la excursión y qué actividades puedes realizar para aprovecharla al máximo.

Excursión a la montaña: cómo organizarla y qué hacer

¿Verdad que es duro el camino de la montaña? Siempre es fatigoso, tanto si se sube como si se baja, pero también tiene su grandeza y, sobre todo, su parte saludable.

Como dice nuestro compañero médico y montañero José Tappe, la montaña es el gran integrador de la mente y el cuerpo, pues siempre es una fuente de crecimiento físico, psicológico y espiritual. Así los montañeros presentan mejores indicadores de salud mental que la población en general. Para aprovecharlo al máximo te proponemos estas actividades:

Caminar por la montaña

Cuando andéis por la montaña, hacedlo siguiendo vuestro propio ritmo, descansad de vez en cuando, admirad el paisaje y procurad ir físicamente sobrados, pensando que después debe recorrerse el camino de vuelta.

Si se pasa la noche en el monte conviene llevar ropa de abrigo, ya que los cambios de temperatura son bruscos, así como un buen impermeable.

A mí me encanta llevar la cámara fotográfica y el cuaderno para apuntar porque el monte siempre enseña.

Algo que nos vamos a encontrar en la montaña es el agua de calidad de sus manantiales. Para tomarla hemos de fiamos del instinto, saber elegir la transparente, con olor y sabor adecuados, evitando las que generen sospecha.

Nos podemos encontrar fuentes de agua de una calidad estupenda para beber y también fuentes medicinales que permitan realizar pequeñas curas de bebida, pues son verdaderos botiquines naturales.

Como sucede con las plantas, conocer las propiedades de estos manantiales permite valorarlos como auténticas fuentes de salud al servicio de todas las personas y ayuda a impedir acciones que puedan contaminarlas o estropearlas.

Recoger frutos

La caminata por el bosque también se puede convertir en una salida para la recolección de plantas. Recoger estos frutos para comer no es difícil, además hay muchos árboles abandonados, cuyos frutos no son recogidos por nadie, así que sólo hay que competir con pájaros y jabalís.

Si ha llovido también vamos a encontrarnos setas que recomiendo que recojáis, pero solo aquellas que se sepan identificar bien para evitar intoxicaciones.

Son muchas las especies y muchas también las propiedades de estos hongos comestibles, virtudes que cada día conocemos mejor, sobre todo la interesante capacidad que tienen de estimular el sistema inmunitatio y protegemos así de los resfriados e infecciones respiratorias que pueden manifestarse en los próximos meses.

También tenemos oportunidad de recoger plantas medicinales. Nada prohíbe recolectarlas para uso personal, otra cosa es hacerlo con fines comerciales. Resulta positivo que cada persona seleccione y recoja sus propias plantas, siempre que se sepan reconocer y recoger sin destrozar la mata.

Esta cosecha favorece su conservación, ya que fomenta la relación entre el mundo vegetal y nosotros y nos enseña a respetarlo.

Reconocer que una planta puede salvarte la vida o curar una dolencia hace que le tomes cariño y la protejas.

Se pueden encontrar bayas, como el enebro, arándano, o saúco; hojas como las del nogal y lúpulo, y raíces como el regaliz o la genciana, que son más delicadas.

No por arrancar la raíz del regaliz se extermina. A veces, al remover sus raíces facilitamos que la planta extienda nuevas raíces, pero sí es más delicada la situación de la genciana, una planta que crece junto a los arroyos y lagos de alta montaña y que sólo habría que recoger por estrictos motivos de salud.

Comer en la montaña

Cuando se prepara una salida a la montaña las provisiones de alimentos centran buena parte de los preparativos, pues hay que decantarse por aquellos que resulten nutritivos, fáciles de comer y que no sobrecarguen de peso la mochila.

Los frutos secos y las frutas desecadas son idóneos en estas ocasiones gracias a su excepcional valor nutricional y su aporte energético.

La tortilla de patatas es un alimento clásico de las excursiones. La fruta fresca puede completar el menú.

El agua tampoco debe faltar, calculando que es necesario llevar al menos un litro por persona. También se puede llevar alguna bebida isotónica que ayude a reponer los minerales que se pierden por el sudor.

Meditar en la montaña

Tanto si has meditado como si no, si sabes lo que es meditar o no lo sabes, mi consejo es que vayas al monte.

¿Por qué será que en todas las culturas y religiones se ha elegido el monte para retirarse, se han sacralizado las montañas y se ha hecho de ellas la morada de dioses y de santos?

Desde el Olimpo griego, el Kailas de budistas e hinduistas, el monte Sinaí, donde Yahvé habla a Moisés, el Fujiyama, el Macchu Picchu, los Himalayas... y tantos santuarios y ermitas encaramados a nuestros montes.

La montaña desprende la fuerza telúrica y cósmica que nos lleva directamente al encuentro con nosotros mismos. Al adentrarnos en ella se modifica la respiración y la conciencia, el monte que nos hizo sudar es capaz de crear en nosotros admiración y adquirir ante nuestra mirada un color especial.

A cualquier árbol que encontremos podéis preguntarle sobre meditación, ellos saben más que nadie sobre eso. No necesitamos la higuera de Buda, quintaesencia de ese mundo, pues todos han aprendido a estar plantados ante el viento, el sol y la lluvia, enraizados a la tierra.

Como decía Lanza del Vasto en su libro El umbral de la vida interior, si quieres meditar, observa el árbol.

Es en la montaña donde surgen con facilidad las preguntas: ¿qué es lo importante para la vida? ¿Dónde está tu seguridad? ¿Eres capaz de sobrevivir en el monte, eres capas de sobrevivir en la vida? ¿Necesitas de la seguridad de tu coche y de su calefacción para soportar la lluvia?

Unas horas de monte nos ponen al día acerca de nuestras fragilidades y grandezas. ¿De qué te sirven los títulos, tarjetas de visita y de crédito o los pompones sociales para lo más importante de la vida?

Dormir en el monte ofrece mucho más que hacerlo en un hotel de 5 estrellas. ¿Qué son unas pocas estrellas, todas iguales, ante las estrellas que tengo encina durmiendo al aire libre? Y si hablamos de espacio, de inmensidad, el cielo de la noche nos transporta a mundos que no podemos ni soñar.

La montaña, como la naturaleza, recuerda a los seres humanos su esencia común, los desnuda de lo superfluo para ofrecerles nuevos alicientes.

La montaña también impone su respeto, anuncia su bondad y sus peligros, toda ella es un anuncio de esfuerzos, de factores no controlados que, en un instante, pueden llevar a la muerte incluso al mejor preparado para vivir en ella. Ni el móvil ni el material de última tecnología nos libran de ello.

Cuando has visto la imagen de la muerte en la montaña siempre te queda la huella, la marca, la imposición de respeto y admiración hacia esa cima y una gran reflexión hacia la vida, sobre la seguridad al poner los pies y nuestra fragilidad ante los elementos naturales.

Nos hace ser humildes, precavidos, atentos y con una idea fija: no hay nada más importante que la supervivencia.

Darse un baño en el río

Descalzarse y bañarse en un río nos permite sentir la fuerza de los elementos naturales: tierra, aire, sol y agua.

Los pies son una de las partes más sensibles del cuerpo y su correspondencia en el área sensitiva de la corteza cerebral es excepcionalmente amplia. Por eso cualquier acción que se realiza sobre ellos repercute en todo el cuerpo.

Andar descalzo por la tierra es un ejercicio fortalecedor de la capacidad curativa de la persona, a lo que se unen las ventajas de poderse practicar de formas muy diversas, según el estado de salud, el entorno y la edad de cada uno.

En los paseos por la montaña aprovecharemos alguno de los descansos para poner los pies en contacto con la tierra o con el agua de los riachuelos de montaña.

Siempre hemos de comprobar que hay una buena reacción. Para ello existe un método sencillo: al rato de andar en un medio natural y frío los pies reaccionan y están más calientes. Si el medio no es el adecuado, los pies se enfrían demasiado.

El frío natural se emplea para hacer reaccionar, estimular, tonificar y equilibrar el organismo.

Además de facilitar el descanso de los pies durante la caminata mejora la circulación sanguínea, fortalece la musculatura de los pies y las pantorrillas. Además estabiliza el sistema vegetativo y previene infecciones, por lo que está especialmente indicado en caso de:

  • Alteraciones leves de la circulación arterial
  • Varices
  • Cansancio y abatimiento
  • Dolor de cabeza crónico
  • Propensión a infecciones
  • Sudoración excesiva de los pies

No obstante, se desaconseja el baño si se tiene la menstruación, una infección urinaria, dolor del nervio ciático, frío u oclusión arterial.

Escuchar los sonidos (y el silencio) de la montaña

La belleza del entorno, en buena parte, será un reflejo de lo que sepamos proyectar de nuestro interior. Se dice que el encanto de la montaña reside también en el interior del ser humano, por eso es preciso abrir los ojos de la contemplación para apreciar lo bello de cada paisaje.

Los sonidos naturales provenientes del viento, de los pájaros y de otros habitantes de las zonas montañosas componen una música que acompaña el silencio de estos paisajes. Música y silencio, de encantos y alegrías y de tristezas y tragedias.

Al adentrarse en ese mundo natural, las preocupaciones y obligaciones van a cambiar de enfoque y es importante encaminarlas para ganar salud y recargar las pilas para afrontar una nueva etapa de trabajo y proyectos con serenidad.

Caminar supone recuperar el paisaje, la historia, los senderos de los antepasados, sentir el latido de la naturaleza y hacerlo cercano al latido de nuestro corazón al caminar.

El andar nos hace ver y valorar, en su justa medida, el camino y lo que nos rodea y también valorarnos a nosotros mismos porque de esa perspectiva interior es de donde vamos a enfocar el gran valor de la naturaleza.

La publicidad utiliza a veces los paisajes para sacarnos fuera de nosotros mismos. Se vende la belleza hipotecada de los chalets de esquí, pero la belleza huye de lo masificado y el valor de la naturaleza está en todas partes, no donde lo establece el mercado de la especulación.

No comprendo cómo hay arquitectos que para realizar su obra en la montaña tienen que destruirlo todo y llenarlo de hierros, cemento y hormigón a costa de destrozar naturaleza.

¿Qué aporta la montaña a nuestra salud?

Los paseos en la montaña junto con la adaptación climática son una oportunidad para fortalecerse.

El cambio de altitud provoca una disminución de oxígeno que, junto con el esfuerzo del ejercicio, aumenta la respiración y las pulsaciones cardiacas. Por otro lado nos vamos a encontrar con un aire puro y limpio ideal para nuestras vías respiratorias.

Los cambios de temperatura a lo largo del día y de la noche nos ayudarán a adaptar nuestro sistema termorregulador y a mejorar la inmunidad.

Al cabo de unos días de estar a cierta altitud el organismo intenta aumentar el numero de glóbulos rojos produciendo eritropoyetina (la hormona declarada droga en el mundo del deporte, la famosa EPO), que es un estimulante natural para adaptarse a la altura y para restaurar el equilibrio sanguíneo.

También los cambios de temperatura y el ejercicio estimularán nuestro metabolismo, contribuyendo a recuperar el peso, tanto si se está delgado como obeso, pues este regulador metabólico también lo es del apetito.

Los árboles aumentan el oxígeno por el día y el dióxido de carbono por la noche, lo que influye asimismo en la regulación del sueño y de la vigilia.

Todo ello recuerda la idoneidad de estos paseos por el monte para la convalecencia de enfermos, recuperar anemias, fortalecer la salud infantil y prevenir posibles infecciones de las vías respiratorias.

Para finalizar, solo me gustaría transmitir la sensación de alegría que he vivido siempre que me han invitado a ir al monte y esa satisfacción está al alcance de quienes deseen experimentarla. Feliz excursión.

Libros sobre el valor saludable de la montaña

  • La magia de los árboles; Ignacio Abellá. Ed. RBA-Integral
  • El monte análogo; René Daumal. Ed. Océano
  • Medicinas del alma; Dr.Jürg Reinhard. Ed. MTM editores