Nuestra saludse programa desde la concepción, pasando por el parto, la lactancia, la introducción de los alimentos y los tres primeros años de vida, y tiene mucho que ver con mantener una microbiota sana.

Estas son algunas de las conclusiones a las que han llegado Xavier Cañellas yJesús Sanchís, autores del libro Niños sanos, adultos sanos (Ed. Plataforma), en el que señalan que la microbiota, la alimentación y saber mantener a raya el estrés son los tres pilares básicos para disfrutar de buena salud tanto de niños como al llegar a la edad adulta.

La alimentación y las emociones, claves para el equilibrio microbiano desde que somos niños

Xavier Cañellas es fisioterapeuta y máster en Psiconeuroinmunología Clínica, Biología Molecular y Biomedicina. Jesús Sanchís es dietista-nutricionista, investigador y docente.

En esta entrevista hablamos con ellos sobre la importancia de cuidar de la flora intestinal desde la infancia y sobre cómo su diversidad influye en nuestra salud al cabo de los años.

—Hablar de la microbiota está de moda. ¿A qué se debe este boom?
—Xavier Cañellas: Sí, curiosamente en el siglo pasado se concedió un premio Nobel por estudios acerca de cómo eliminar los microbios y en el siglo en curso se ha otorgado otro por encontrar sus efectos benéficos en nuestra salud.

La comunidad científica está viendo que los microorganismos tienen unas implicaciones en nuestra salud espectaculares: regulan el metabolismo, el sistema inmunitario e incluso la conducta. Han sido, son y serán una de las claves de nuestra evolución.

—¿La mayoría de trastornos que padecemos podrían evitarse cuidando el intestino y sus microorganismos?
—XC: Sí. Poblaciones como los Yanomami del Amazonas u otras tribus alejadas de la civilización tienen la mayor diversidad bacteriana de todos los humanos y curiosamente no padecen enfermedades de las sociedades industrializadas como ictus, diabetes del tipo 2, obesidad, alergias…

En Occidente destruimos las bacterias beneficiosas con el abuso de fármacos. Me viene a la mente un niño que traté en mi consulta que llevaba entre 60-70 tomas de antibióticos con 9 años. Eso produce un desequilibrio en los microorganismos que predispone a sufrir enfermedades. Necesitamos recuperar el equilibrio bacteriano.

"En Occidente destruimos las bacterias beneficiosas con el abuso de fármacos."

—También el gluten, los aditivos sintéticos, los pesticidas… Se hace poco hincapié en evitar estas sustancias…
—XC: Hay una industria que establece lo que a priori debemos comer y no piensa tanto en la salud como en obtener dinero.

Hace 15 años que ya decíamos en nuestras consultas y en muchas conferencias que el gluten podría ser nocivo para la salud intestinal, incluso para las personas no celiacas. Además ha habido un boom de la enfermedad celiaca.

La industria podría haber pedido perdón y arreglarlo, pero no, lo que ha hecho fue lanzar los productos "gluten free", que están libres de gluten, pero no son sinónimo de salud.

Jesús Sanchís: Es un ejemplo, pero hay más, como el de los aditivos emulsionantes: numerosos estudios científicos recogen que generan desequilibrios bacterianos y favorecen diferentes enfermedades.

Y ahora estamos en el boom de los superalimentos, que se venden a un precio muy caro, cuando los alimentos de toda la vida ya son superalimentos. ¡Falta sentido común!

—¿Qué hábitos favorecen la salud de nuestro intestino?
—JS: Debemos cuidar la alimentación, pero también hay que gestionar el estrés y hablar de emociones. Hay que expresar las emociones.

XC: Las hormonas del estrés son capaces de cambiar colonias microbianas. Es muy importante el eje microbiota-intestino-cerebro, que es clave para entender que la alimentación no es lo único que mantiene nuestra salud.

"Las hormonas del estrés son capaces de cambiar colonias microbianas."

Los núcleos cerebrales que gestionan emociones son centros neuroendocrinos clave que por una tolerancia menor al estrés van a afectar de alguna manera a nuestros microorganismos. Cuidar la alimentación es necesario, pero la gestión emocional es incluso más importante.

—¿Cuáles son esos alimentos que deberían regir en una pirámide nutricional con sentido común?
—JS: Una buena premisa sería observar nuestra evolución, ver qué hemos comido desde siempre y qué sabemos que necesita nuestra microbiota intestinal.

Para alimentarse, nuestros microbios lo que hacen es fermentar el alimento, entonces sería bastante lógico apostar por fibra, pero fibra fermentable. ¿Dónde la encontramos? En frutas, verduras, tubérculos, frutos secos… Esa es la base de nuestra alimentación.

Y te voy a decir lo que no tienes que comer: no nos hemos adaptado evolutivamente a productos que no son alimentos: a comer galletas, ni refinadas ni integrales, ni espaguetis blancos, por ejemplo… No tenemos que comer lo que se distancia de lo que hemos comido siempre: una fruta es mejor que el zumo exprimido y mucho mejor que el bric de zumo. Eso sería una premisa.

"No tenemos que comer lo que se distancia de lo que hemos comido siempre: una fruta es mejor que el zumo exprimido y mucho mejor que el bric de zumo."

Otra sería limitar los fármacos. Parece normal tomar ibuprofeno, paracetamol y omeprazol, que es el genérico más vendido de España, pero alteran la microbiota.

—Mantenéis que la salud del adulto se gesta en el pre-embarazo, la gestación y durante los tres primeros meses de vida. ¿Qué aspectos debería cuidar la madre?
—XC: La salud se programa en el embarazo, en el vientre materno y en el estado de salud de la madre antes del embarazo.

La programación de los sistemas más importantes de nuestro cuerpo (el sistema inmunitario, el neurológico, el respiratorio, incluso la calidad del hueso o el origen neuroendocrino del estrés) se produce en el vientre materno.

Dependiendo de cómo se cuide la mamá, si se alimenta de una forma óptima y gestiona el estrés y sus emociones, ese embarazo programará una mejor salud para el futuro adulto. Si eso no se lleva a cabo, los sistemas se programarán con carencias.

—¿Como cuáles?
—XC: Por ejemplo, un estrés prolongado durante el embarazo va a provocar que el cerebro del niño tenga menos receptores de cortisol, la hormona más conocida del estrés, y eso va a hacer que el niño pueda nacer ya estresado.

Otra consecuencia es que el bebé venga antes de tiempo, lo cual tiene implicaciones muy importantes, ya que por ejemplo es en el último trimestre donde se programa la mineralización del hueso. Otro dato es que el traspaso de bacterias de la madre al hijo se da sobre todo en el último trimestre.

"El traspaso de bacterias de la madre al hijo se da sobre todo en el último trimestre."

Si el niño es prematuro puede tener una mayor predisposición a sufrir alergias, por ejemplo, que si hubiera nacido a término con parto natural.

—El obstetra francés Michel Odent mantiene la importancia del parto vaginal para facilitar la colonización del bebé con bacterias de la madre. ¿Cómo puede influir en la futura salud del niño la gran cantidad de cesáreas que se dan?
—JS: Hay un porcentaje de cesáreas que salvan la vida a la madre o al niño, pero hay una increíble proporción de nacimientos en los que la cesárea no es necesaria y está resultando perjudicial para la salud futura del bebé.

A través de estudios de seguimiento vemos que, a largo plazo, los niños que han nacido por cesárea, que han entrado en contacto con la microbiota de la piel, pero no con los lactobacilos y bifidobacterias que se encuentran en la mucosa vaginal, tienen más riesgo de sufrir diabetes, obesidad y alergias.

—¿Cuándo comenzar a introducir los primeros alimentos y cuál es la mejor pauta para asegurar una flora sana al bebé?
—XC: El sentido común dice que cuando un bebé tiene el control del tronco y de su cabeza, con lo cual no tiene riesgo de ahogo, puede comenzar a ingerir alimentos sólidos.

Eso puede ser a los 6 meses, a los 7 meses o a los 5. También depende de si le han salido dientes, que también es indicativo de maduración intestinal, o de cuándo pierde el reflejo de extrusión (el bebé saca la comida de su boca).

Otro aspecto importante es ver si el niño muestra interés. No se va a sentar por la mañana a desayunar, al mediodía a comer y a la noche a cenar. Dependemos de la demanda del niño. Si está lactando, se puede introducir un alimento cada tres días para ver cómo lo tolera y elegir alimentos de verdad: tubérculos, frutas, verduras… no un potito comercial.

—¿Tenemos que relajarnos con la higiene y restringir un poco más lo que comemos, optando por alimentos de calidad?
—XC: Se presta más atención a la cantidad que a la calidad. Y lo que tenemos que hacer es lo contrario. Nuestra alimentación tiene mucho de producto y poco de alimento.

Y luego nos hemos pasado con la higiene, sí. Martin Blaser, autor del libro Missing Microbes (perdiendo microbios), explica cómo niños que viven en granjas son menos alérgicos, tienen menos rinoconjuntivitis, menos dermatitis atópica, menos asma…

Cuando nos pasamos con la higiene eliminamos los microorganismos beneficiosos necesarios y favorecemos que los potencialmente patógenos proliferen. ¡Tenemos que dejar que los niños jueguen y se ensucien!

"Cuando nos pasamos con la higiene eliminamos los microorganismos beneficiosos necesarios y favorecemos que los potencialmente patógenos proliferen."

—¿El TDAH y otros trastornos psicológicos no pueden venir derivados por un desequilibrio de la microbiota a causa de un exceso de azúcares?
—XC: Todo apunta que el TDAH se da por un conjunto de factores entre los cuales están la alimentación, los microorganismos y el ambiente emocional que hay en casa.

Pero tampoco es descabellado pensar que desequilibrios en la gestación a nivel microbiano por estrés puedan predisponer... Otra cosa es quién ha elaborado los criterios diagnósticos y qué influencia tienen las farmacéuticas.

—¿Qué criterios debemos tener en cuenta al adquirir prebióticos?
—JS: El mejor prebiótico es la fibra fermentable de frutas, verduras, frutos secos, tubérculos, cereales integrales y legumbres. ¡Olvidémonos de los productos comerciales ricos en fibra que nos venden!

—¿Y en cuanto a los probióticos?
—JS: Ha habido un boom de esta industria. Hay que elegir productos de calidad con las comunidades microbianas que necesitamos.

En la etiqueta debemos buscar la designación de la cepa, es decir, el nombre y apellido en latín del microbio que estamos ingiriendo. De igual manera, debe especificar la cantidad de organismos viables que contiene, o "unidades formadoras de colonias" (UFC) y la cantidad de cada una de las cepas.

Lo mejor es dejarnos asesorar por un médico o terapeuta que conozca la materia, y tener en cuenta que habremos de cambiar hábitos dietéticos y gestionar nuestro estrés; si no, no nos servirá de nada gastarnos el dinero.