La consciencia exige vivir en el aquí y ahora, y no en otro lugar, ya sea pasado o futuro. En la vida occidental, una buena manera de saber si somos capaces de vivir el presente es observar la manera en la que conducimos el coche por la mañana y vamos a trabajar.

La pregunta decisiva para saber si somos capaces de vivir el presente a nuestra manera es reflexionar sobre esto: "Cuando el cuerpo está ahí, conduciendo, ¿dónde está la mente?". Entonces nos encontramos con cuatro casos frecuentes de tipos de conducción según el estado de nuestra mente. ¿Cómo conduces tú?

1. Conducir pensando en llegar a tiempo

El hombre cuya principal preocupación radica en llegar siempre a tiempo es aquel que tiene la mente más dispersa. Con el cuerpo situado tras el volante de su coche, tiene la mente en la puerta de su oficina e ignora su entorno inmediato excepto en el sentido de que debe sortear obstáculos para el momento en que lo corporal estará a la par de lo psíquico.

La preocupación central de ese persona en ese momento es qué imagen le dará a su jefe o a los otros empleados. Si llega tarde, hará lo posible por aparecer jadeando. El personaje interno que manda aquí es el Niño obediente y su juego es: "¡Mira cuánto me he esforzado!".

Mientras conduce, carece prácticamente de autonomía, y como ser humano está, en esencia, más muerto que vivo. Es bastante posible que esta sea la circunstancia más favorable para el desarrollo de la hipertensión o de una dolencia coronaria.

2. Conducir quejándose por todo

Sin embargo, a alguien resentido no le interesa tanto no llegar tarde, sino más bien coleccionar excusas para hacerlo. En sus planes encajan bien los contratiempos, los semáforos mal sincronizados y los malos conductores o la estupidez de otros, y tales cosas le agradan porque contribuyen a su juego, propio de un Niño rebelde o de un Padre justo, llamado: "¡Mira lo que me han hecho hacer!".

Él también ignora lo que le rodea a no ser que contribuya a su juego, de modo que está vivo sólo en parte. Su cuerpo está en su coche pero su mente vaga por ahí, en busca de errores e injusticias.

3. Conducir con el "piloto automático"

Menos frecuente es el "conductor nato", aquel hombre para quien conducir un coche es un arte y una ciencia bien conocido. Mientras avanza rápida y hábilmente por entre el tráfico forma una unidad con su vehículo.

Tampoco él presta atención a su entorno a menos que éste le ofrezca la ocasión de demostrar ese virtuosismo que es su propia recompensa, pero es muy consciente de sí mismo y de la máquina que controla tan bien, y hasta ese punto está vivo.

Esta conducción es, formalmente, un pasatiempo maduro del que también pueden extraer satisfacción el Niño y el Adulto que cada persona lleva dentro.

4. Conducir disfrutando del camino

El cuarto estado es la persona que es consciente, y que no se da prisa porque vive el momento presente con el entorno que le circunda: el cielo y los árboles, y el sentimiento de moverse.

Correr supone olvidar ese entorno y ser solo consciente de algo que está fuera de la vista, carretera abajo, o de meros obstáculos, o bien tan sólo de uno mismo.

Un chino iba a entrar en un vagón del metro de Nueva York cuando su acompañante americano le comentó que podrían ahorrarse veinte minutos si cogían un expreso, así que eso hicieron.

Cuando salieron de la estación de Central Park, el oriental, para sorpresa de su amigo, se sentó en un banco del parque. El chino se lo explicó: "Como hemos ahorrado veinte minutos, podemos permitirnos el lujo de disfrutar de lo que nos rodea".

La persona consciente está viva porque sabe cómo se siente, dónde y cuándo está.

Sabe que, tras su muerte, los árboles seguirán pero él no estará para contemplarlos de nuevo, de manera que ahora quiere verlos con la máxima intensidad posible.