El cáncer es ya la primera causa de muerte en España. El Instituto Internacional de Investigación del Cáncer, organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud, afirma que el 35% de los casos tienen su origen en una dieta incorrecta.
Por tanto, la buena noticia es que se puede hacer mucho para prevenir el cáncer. Seguir una alimentación "anticancerígena" es una manera eficaz de reducir el riesgo de cáncer.
Y si a la alimentación adecuada se suma el ejercicio físico y no se fuma, dos de cada tres cánceres pueden ser evitados.
La enfermedad es causada por la mutación de algunas células que dejan de cumplir su misión y se multiplican a gran velocidad buscando solo su propio crecimiento y dejando de cumplir las funciones que tienen asignadas en el cuerpo.
La consecuencia es el crecimiento de tejido anormal que debilita el organismo y acaba impidiendo el funcionamiento del órgano u órganos afectados.
El sistema inmunitario, encargado de defender al cuerpo de bacterias, virus o cualquier otro agente que lo perjudique, es capaz de eliminar las células precancerígenas y de hecho lo hace cada día.
Se calcula que una célula cancerosa puede tardar hasta 40 años en convertirse en un tumor peligroso.
Por tanto, uno de los posibles orígenes de un tumor está en un fallo del sistema inmunitario, que no puede detener la proliferación de las células mutadas. Las razones pueden ser variadas, como el simple envejecimiento, con el cual el cuerpo ve mermada su capacidad para protegerse.
Pero puede que el organismo sufra una deficiencia crónica de ciertos nutrientes. Al faltar estas sustancias, el organismo no neutraliza la acción de los agentes cancerígenos que proceden del exterior o que se forman tras la digestión de los alimentos.
La carencia de nutrientes dificulta que el sistema inmunitario detecte y elimine las células precancerígenas.
Frutas y verduras para prevenir el cáncer
Se ha comprobado que las personas que consumen más hortalizas y frutas tienen menos riesgo de desarrollar cáncer.
Los alimentos vegetales anticancerígenos son ricos en nutrientes antioxidantes y en fibra, y contienen muy poca grasa saturada o carecen de ella.
Por eso instituciones científicas y autoridades sanitarias de todo el mundo recomiendan consumir al menos cinco raciones diarias de verduras, hortalizas y frutas.
Sin embargo, estudios recientes indican que los efectos anticancerígenos más destacados se pueden esperar con una dieta que incluya diez raciones, correspondiendo la mitad de ellas a alimentos crudos.
Las hortalizas y frutas contienen más de un centenar de vitaminas, minerales, fibras y sustancias vegetales o fitoquímicos que protegen especialmente frente a los cánceres de pulmón, boca, esófago, estómago y colon.
Buena parte de estos elementos destacan por su poder antioxidante, es decir, por su capacidad para salvaguardar los tejidos del daño infligido por los radicales libres que se generan como resultado de la actividad normal de las células.
Los elementos antioxidantes más importantes son la vitamina C, la vitamina E, el selenio, los carotenoides y los flavonoides.
¿Qué se debe comer menos?
Como no se trata de comer más de lo que se acostumbra, el incremento de la presencia de los alimentos anticancerígenos en la dieta debería realizarse a costa de los que, consumidos en exceso, pueden favorecen el cáncer, en buena parte por el mero hecho de reemplazar a los más saludables.
Estos son la carne roja (ternera, cerdo, cordero) y procesada (salchichas, hamburguesas…), y los alimentos ricos en grasas saturadas o hidrogenadas (los productos cárnicos grasos, los productos lácteos enteros, los platos preparados, las margarinas, las salsas comerciales y la bollería).
Se estima que el exceso de estos alimentos puede causar nada más y nada menos que el 20% de los casos de cáncer.
La grasa sana de elección es el aceite de oliva, que además contiene la antioxidante vitamina E. Los ácidos grasos poliinsaturados de los frutos secos y las semillas también son recomendables porque protegen las membranas celulares.
Además, la mayoría de la población debería reducir la ingesta de alimentos ricos en azúcares e hidratos de carbono refinados –son los elaborados industrialmente con harinas blancas– porque engordan y contribuyen a la aparición de resistencia a la insulina, diabetes, alteraciones en la distribución de grasa en el cuerpo e incremento de la concentración de factores hormonales de crecimiento que pueden favorecer el cáncer.
También es importante disminuir la ingesta de grasas omega-6 en beneficio de las omega-3, porque el exceso de las primeras favorece la inflamación y posiblemente el cáncer a largo plazo.
Las grasas omega-6 se hallan en el aceite de girasol o maíz, así como en muchos productos elaborados con "aceites vegetales".
¿Qué alimentos son los más recomendables?
Efectuando una revisión de los estudios científicos realizados en los últimos diez años se puede elaborar una lista de los alimentos cuyo efecto anticancerígeno está probado.
No está justificado comer exclusivamente estos alimentos, pero sí es conveniente que al menos dos o tres estén presentes en el menú diario y en cantidades significativas.