El cansancio de tipo emocional se caracteriza por ser un proceso crónico de origen multicausal cuyas consecuencias, desafortunadamente, se suelen minimizar hasta hacerlas invisibles. Las personas que lo sufren no pueden seguir funcionando.

Existen tres tipos de cansancio bien diferenciados: físico, mental y emocional, aunque pueden convivir todos ellos, predominando uno más que otro según las circunstancias vitales de cada persona.

Al cansancio emocional relacionado con el ámbito laboral se le conoce como burnout (estar quemada). Este término en inglés se usa para describir los estados de agotamiento emocional debidos a la demanda excesiva de energía, tiempo, soporte y cuidados vinculados ak trabajo fuera del hogar. Las personas que padecen este síndrome sienten que han agotado todos sus recursos emocionales y ya no les queda nada para los demás. Este agotamiento se va acumulando en el tiempo y actualmente es causa de muchas bajas laborales.

Burnout: causas comunes en las mujeres

El burnout suele ocurrir por un conjunto de factores que combinados entre sí llevan al cansancio emocional y que, por razones sociales, suelen confluir más en las mujeres:

El estrés

El estrés es un mecanismo adaptativo que nos prepara para afrontar diferentes situaciones que percibimos como amenazantes o difíciles. Tiene que ver con lo más instintivo, con lo más primario: luchar o huir. El cuerpo desencadena una serie de reacciones físicas, cognitivas y emocionales en presencia de un estímulo que siente que lo pone en peligro o ante el que no sabe cómo responder.

Este mecanismo está “diseñado” para funcionar durante un periodo corto de tiempo. Pero ¿qué sucede cuando el estrés se prolonga y se vuelve crónico? Se agota, se quema. Este mecanismo, que en su origen es funcional y positivo, desencadena una serie de consecuencias negativas y dañinas para nuestra salud y, sobre todo, para nuestra calidad de vida.

Querer llegar a todo

Las mujeres somos especialmente vulnerables a este tipo de cansancio debido, entre otros muchos motivos, a una sobrecarga de roles y funciones. Es lo que se denomina “síndrome de la mujer maravilla”: nos convertimos en una especie de supermujer que debe abarcarlo todo o casi todo y, además, hacerlo muy bien. Y el precio que pagamos es físico, mental y emocional; un cansancio que no se alivia durmiendo.

Hay una extensa bibliografía acerca de la doble jornada de trabajo femenino, pero no ha frenado por ello el sufrimiento cotidiano de muchísimas mujeres. Aquí radica un punto fundamental del tema: al formar parte de la rutina, este cansancio se hace invisible, se aguanta, y se sigue adelante. Para muchas mujeres, vivir agotadas acaba siendo una manera de vivir, de relacionarse con los afectos. Cuando eso sucede, se vuelve todavía más peligroso, porque la resignación se apodera de ellas.

La falta de energía, la desgana y el negativismo no siempre son entendidos por el entorno, que suele emitir reproches y críticas, palabras que la mujer también se dedica a sí misma: los autorreproches. Con el tiempo, esta situación va minando la autoestima y el sentido de eficacia. Son mujeres que dicen, afectadas: “No puedo más”, “Ya no hago las cosas como antes”, “Tengo la sensación de que cada vez hago menos cosas”... Cuando hablamos de pautas de socialización femenina, nos referimos a aquello que se espera de nosotras, al “deber ser”.

Desde siempre se espera que las mujeres seamos “proveedoras emocionales” y, por lo tanto, cuidadoras permanentes en el ámbito familiar y doméstico, y también en el público. ¿Qué pasa cuando la mujer siente que no tiene energía vital suficiente para seguir dando a sus hijos, a su pareja, a los padres y amigos, en el trabajo...? A todos los síntomas mencionados se agregan sentimientos de ineficacia y desesperanza.

un trabajo que exige cuidar

Existe un porcentaje muy grande de mujeres que, fuera de su casa, también trabajan cuidando y asistiendo a otras personas. Médicas, enfermeras, psicólogas, asistentas del hogar, trabajadoras sociales, cuidadoras de ancianos, niños o personas con distintos tipos de enfermedades o discapacidad... Hay pocos momentos del día en que las mujeres no se ocupen de otros. Por una parte, están los “otros” más próximos que pueden variar a lo largo de las diferentes etapas vitales. Por otra, existen “otros” en el trabajo, en el ámbito social, el voluntariado…

La novelista y filósofa francesa Simone de Beauvoir afirmaba: “La existencia de la mujer se construye en torno al ‘ser para otros’”. Desde la perspectiva de la socialización femenina tradicional, es natural que dedique gran parte de su tiempo, o casi la totalidad, a cuidar de mucha gente, de sus necesidades y demandas.

Burnout: cómo abordar el problema

No podemos abordar el cansancio emocional solo desde el alivio de los síntomas físicos; es necesario un enfoque integral, que incluya los aspectos familiar, social y laboral. En la consulta, veo cada día a mujeres que tienen una gran dificultad en relacionar sus “malestares” con las condiciones de vida que los causan:

  • No expresar malestar, no reclamar, no pedir, no exigir, aguantar, esperar.
  • Esforzarse en conciliar las necesidades del mundo familiar, las del laboral y las propias.
  • Postergar o ver frustrados deseos, proyectos y necesidades.
  • Estar aislada, ser víctima de malos tratos diversos sin registrarlos como tales…
  • Estar lejos de sus afectos, como les ocurre a las mujeres que han emigrado y dejan a sus hijos en su país de origen.
  • Existen muchas otras situaciones que pueden ser causa directa de cansancio emocional, quizá tantas como experiencias particulares. Por esta razón, nadie mejor que quien lo padece puede discernir su origen y activar los propios recursos para ponerle fin.

El cansancio emocional crónico produce una especie de anestesia, una desconexión profunda de nosotras mismas. ¿Cómo podemos resolverlo? Existen diferentes maneras de conectar de nuevo con nuestras necesidades y deseos.

  • Trazar límites. El concepto clave es “autocuidado”. Cada una se debe a sí misma estar atenta al propio descanso, al hambre, al tiempo de ocio, a lo que nos hace bien o necesitamos. De ninguna manera lo podemos delegar en otras personas o tener la expectativa (errónea ) de que los demás se darán cuenta de lo cansadas que estamos y de qué necesitamos.
  • Buscar apoyo y contención en la familia o en el entorno cercano. El mismo agotamiento emocional produce un aislamiento que agudiza el proceso. El quid es estar y relacionarnos con las personas sin tener que permanecer pendientes de cuidar y satisfacer sus expectativas o necesidades.
  • Es necesario un enfoque que promueva valores femeninos “alternativos”: desarrollar capacidades que permitan elegir, tratarse con la misma dedicación y cuidado que a los demás y crear espacios de placer y poder personal.