Diversos estudios han demostrado en las últimas décadas los beneficios emocionales que aportan los rituales, incluso, en personas que no son necesariamente religiosas. En psicología, utilizados de forma terapéutica, los rituales son de gran utilidad. Por ejemplo, en este artículo os explico el caso de Clara, a quien le ayudó a sanar sus heridas emocioanles el quemar en la hoguera una lista de frases destructivas que recordaba haber escuchado de su padre.

El ritual no debe ser tomado como un fin en sí mismo, sino como una herramienta de apoyo a la terapia. Usándolos de esta forma, se convierten en grandes aliados de la psicología.

Para qué se usan los rituales en psicología

La principal contribución de los rituales, al usarlos como elemento terapéutico, es que ponen en marcha potentes mecanismos inconscientes de nuestra mente que nos ayudan a enfocarnos y conseguir el objetivo marcado en la terapia (superar una ruptura, reforzar la autoestima o atrevernos a realizar aquello que tanto nos cuesta).

Su funcionamiento es similar al del efecto placebo, trabajar a nivel inconsciente para ayudar en la sanación de la persona.

Sin embargo, existe una diferencia bien significativa en la efectividad de ambos métodos. El placebo pierde eficacia cuando la persona descubre el “engaño”, mientras que el ritual, aunque sea evidente y se realiza de forma consciente, sigue funcionando sin problema.

No importa que la persona sepa que el ritual es algo simbólico, sin valor en sí mismo, porque sabe que es un paso intermedio que le ayuda a lograr un objetivo psicológico interno que, de otra forma, podría tardar mucho más tiempo en conseguir.

Para poder comprender esta diferencia, podemos servirnos del ejemplo de Clara, una mujer de 60 años de edad que acudió a mi consulta abrumada por el peso de un pasado marcado por un padre controlador y autoritario.

El ejemplo del ritual que ayudó a Clara a sanar sus heridas

Hasta la muerte de su padre, Clara vivió sometida a un maltrato psicológico continuo. Pasó toda su infancia y juventud atormentada por los mensajes negativos que recibía por parte de su padre. Frases como “Eres una inútil”, “no vas a conseguir nada en la vida” o “nadie te va a querer si eres así”, durante cuatro décadas, marcaron su día a día.

Al ser la hermana pequeña, la última que quedaba en casa, y haber muerto su madre cuando ella tenía 10 años, su padre no quería que se fuera de casa y la manipulaba psicológicamente para lograrlo.

Por todo este maltrato recibido, la autoestima de Clara se vio destrozada y fue incapaz de lograr un trabajo que le permitiera independizarse. Vivió siendo una esclava de su padre hasta que éste murió, cuando ella tenía 40 años.

La muerte de su padre supuso una liberación para ella. Clara, por fin, pudo emprender una vida laboral normal.

Sin embargo, 20 años después de su muerte, cuando acudió a mi consulta, Clara aún seguía sintiendo el peso de su padre sobre sus hombros.

En una de sus sesiones me dijo: “Ramón, siento que una gran nube negra me persigue siempre, a todas horas. Vaya donde vaya la siento pesada sobre mis hombros”.

Como ritual para comenzar a liberar esa nube oscura, le propuse a Clara realizar una recopilación de todas las frases negativas que recordara de su padre. En unos pocos días, logró compilar una lista de más de 50 frases destructivas y desmotivantes que su padre le espetó durante más de 40 años.

Coincidiendo con el aniversario de la muerte de su padre (las fechas son importantes a la hora de organizar rituales), Clara hizo una hoguera para quemar todas esas frases y dejar que se fueran con el fuego y el humo. Este ritual le sirvió para comenzar a liberarse de esa pesada nube que notaba sobre ella.

Sin embargo, dado que esos mensajes negativos fueron repetidos durante tantos años, Clara sentía que, en ocasiones, aún seguía escuchando la voz de su padre. En terapia, trabajamos para reprogramar estas ideas negativas y cambiar, en unos pocos meses, toda una vida de negatividad y baja autoestima.

Justo en esta fase es en la que los rituales muestran su efectividad para complementar la terapia y abordar el trabajo terapéutico de forma más rápida.

El siguiente paso que dio Clara en su proceso de liberación fue el de llevar las cenizas de todos los papeles que había quemado a la tumba de su padre. Imaginó una conversación con él, en la que le dijo que ya no deseaba seguir cargando con todas sus miserias y que ya no quería seguir teniéndole en su vida. Tras esta declaración, Clara dejó allí las cenizas de los malos tratos recibidos y se marchó.

Clara no era religiosa y no pensaba que realmente estuviera hablando con su padre, pero experimentó este segundo ritual como un proceso interno de liberación personal. Sabía que, cada vez que recordara la escena de la hoguera y las palabras que le había dicho a su padre, su cerebro trabajaría para reprogramar sus aprendizajes y liberarla de todo el peso de los malos tratos recibidos.