En el pueblo donde vivo las personas cultivan la mayoría de sus alimentos. Cada año, a principios de primavera, aparecen los brotes de grama, una planta que se reproduce generosamente. Tanto que llega a asfixiar a los productos del huerto.

Y cuando se intenta eliminar, de cada pequeño trocito de raíz que uno se deje olvidado en la tierra brota una nueva planta.

Es una actividad que pone a prueba la paciencia; a veces uno ya no sabe qué hacer para dejar el huerto limpio. En cierta ocasión, hablando con un anciano de la aldea, le pregunté cómo la quitaba él, y su respuesta fue: "pues insistiendo y gastando calma".

La paciencia, una actitud activa ante la vida

Efectivamente, la paciencia no es una cualidad pasiva, sino una actividad virtuosa, una disposición constante para conservar o restablecer la paz en nuestras actividades cotidianas.

A diferencia de lo que muchos creen, la paciencia no reside en la persona inactiva y desidiosa, que observa el paso de los acontecimientos con indiferencia. Es una fuerza viva que refleja la integridad del ánimo y cierta bondad en el trajín de los asuntos de la vida.

La paciencia no aparece descuidando los asuntos pendientes. Existe al dominar la inercia del ánimo y superando las adversidades y los obstáculos que ofrece cada asunto, con actitud expectante.

¿Por qué no tengo paciencia? 

En el ambiente rural tradicional, la intranquilidad casi no existe. Las manzanas no se hacen en cuatro días.

En las grandes ciudades, siempre hay algo que molesta o que no acaba de llegar. No hay más que tomar un medio de transporte cada día para ser consciente de ello. Además vivimos en la época de la satisfacción inmediata, del zapping, del café instantáneo, del microondas.

El simple hecho de tener alguien delante en la cola de la panadería (no digamos en el súper, con el carrito lleno) altera a muchas personas. Hasta los segundos de espera en el ordenador pueden antojarse una pérdida de tiempo.

Es lógico que seamos impacientes. El problema es que esta intranquilidad no nos hace más felices.

Cuando una persona tiene la confianza de saber aguardar, humildemente y sin pretensiones, poco a poco el escenario se torna más apacible y todo resulta más llevadero.

Imaginemos que, en un momento de impaciencia, una persona se sienta en un banco de una calle bulliciosa del centro de una gran ciudad. Al cabo de un rato de observar a los demás, aquel ambiente que antes experimentaba caótico se torna armonioso.

Una pareja pasea recogida íntimamente y sonriendo; el hombre que había aparcado mal, molestando encima de la acera, resulta que es un simpático repartidor que se lo toma todo con cierto humor y nos ofrece una sonrisa como quien dice: "si estamos en el baile, tendremos que bailar". El guardia urbano que pitaba a un extranjero que se había metido en contra dirección suelta la toalla y le pregunta si es la primera vez que viene a nuestro país. El conductor es un anciano de gran corazón que se había distraído...

Vaya, vaya, y uno se estaba perdiendo todo esto simplemente porque quería llegar tres minutos antes al metro.

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la paciencia da felicidad

Cuando nos dejamos llevar por la ira perdemos nuestra paz interior. Ya ni siquiera disfrutamos de un simple desayuno. No tenemos felicidad.

¿Qué médico receta la ira como tratamiento? Ninguno. La ira sólo nos daña. No calma nuestro ánimo ni relaja nuestros músculos. Sentimos tensión en el cuerpo e inquietud de espíritu.

En cambio la tranquilidad nos devuelve esos aspectos de la vida que la impaciencia y el ritmo de la gran ciudad nos ha robado. Además nos suministra la profundidad para contemplar algunos aspectos de la vida que ele otra manera permanecerían ocultos.

Pensemos en el silencio. El silencio es paz, es el mensaje del bosque, del cielo, de la montaña. Cuando oyes de repente el gorjeo de un ruiseñor en medio del profundo silencio de la noche, surgen infinidad de sentimientos misteriosos.

No hay mejor bálsamo que el silencio cuando acabamos de tener una decepción. No hay mejor fármaco que el silencio si padecemos tensión nerviosa a causa del tumulto de la vida.

El hombre paciente es feliz. Gracias a su tranquilidad puede acceder al interior de sí mismo, donde residen todas las virtudes del ser humano, como la nobleza, la compasión, la generosidad, la autenticidad, la confianza.

El hombre paciente duerme bien, se despierta alegre, camina contento por la vida. Sabe que puede conseguir todas las cosas con menos esfuerzo y más placer. Y eso se refleja en su vida hogareña, pues sabe escuchar, reflexionar y comentar cualquier tema con suavidad exquisita.

De la paciencia brota la paz. La debilidad y la impaciencia no logran nada. Únicamente quien posee paciencia domina su destino, pues su tranquilidad interior le permite aguardar.

Por eso, debemos cultivar también la fortaleza interna. Debemos ser capaces de mirar las cosas tal como son, sin ninguna clase de autoengaño o ilusión. Un fruto de esa comprensión es la paciencia, que permite reflexionar tranquilamente sobre los aconteceres de la vida.

Otros beneficios de tener paciencia

La paciencia nos aporta múltiples beneficios. Es la fuente del perdón, la calma y la tranquilidad. De manera que, al practicarla, nos convertimos en personas con las que es más fácil y grato relacionarse.

Nadie quiere la compañía de un gruñón, pero todos se acercan a la persona tranquila y paciente, aunque sea parca en palabras. La paciencia enseña a aceptar las cosas que más duelen, a tener fe en que sabremos reaccionar adecuadamente, sin brusquedades.

Ejercicios para ganar paciencia en momentos de impaciencia

Cuando descubrimos que tenemos poca paciencia vemos que somos como el pez que se muerde la cola. Es un círculo vicioso, en el que la impaciencia genera intranquilidad, la cual genera más impaciencia.

Cuando los hijos nos interrumpen constantemente, cuando hay que esperar en el restaurante a que traigan la comida, cuando los demás no nos entienden a la primera o cuando les quitamos la palabra de la boca, descubrimos que nuestros fusibles saltan antes de lo que pensábamos.

Entonces tenemos que poner manos a la obra y reponer la paciencia que falta. Para ello no hay nada mejor que realizar unos cuantos ejercicios.

Empieza por los más sencillos, porque hay que aprender a sumar antes de hacer álgebra. Cuando domines los más fáciles, puedes pasar a los mas exigentes:

  • Realiza trabajos manuales. En tu tiempo libre, prepara macetas con bulbos, idea un pequeño acuario o diseña una cometa con cara de dragón. Observa que con cuatro palos y un poco de tierra tu mente se absorbe en lo que tiene entre manos. Si te acompañas con música tranquila, mejor que mejor.
  • Cuando tu hijo te "da la lata", en realidad te está pidiendoun poco de atención en su propio lenguaje.Deja el periódico o el móvil, apaga la tele y ponte a jugar con él. Reyes y princesas, médicos y enfermos, caballos y jinetes, cocinas y cocineros... No importa el tema. Él estará encantado, y tu habrás conseguido entregarte, tranquilizarte y recuperar algo de cuando eras niño: divertirte con cosas sencillas.
  • Cuando un miembro de la familia ha cometido un error, es mejor no encolerizarse, aunque tampoco hay que pasarlo por alto a la ligera. Si algo es difícil de decir, podemos aludir a ello de manera indirecta, y si no se entiende hoy, se puede repetir mañana.
  • Cuando tu pareja toque esa cuerda de guitarra que desencadena un terremoto graduable en la escala de Richter recuerda todo lo que se te puede venir encima. El enrojecimiento facial, el tembleque en las manos, el corazón a todo ritmo ... Recuerda que lo único que vas a conseguir es que se te caigan las cosas al suelo y quedar como un patán irascible. El potente oleaje que está a punto de llegar debe ser contrarrestado inmediatamente con pensamientos positivos. Si paras el aliento poco antes de explotar podrás guardar silencio y sustituir el enfado por algo más creativo, como constatar la diferencia entre el principio femenino y el principio masculino del universo. En realidad, nos compenetramos a la perfección; sólo se trata de aceptar la naturaleza de cada cual, la del agua y la del fuego.
  • ¿Y en el trabajo? Ah amigo, aquí entran en juego las habichuelas. Suficientemente compleja es la situación como para andar con florituras. Pero si hay un sitio donde tenemos que aprender a decir "no", ése es el trabajo. Antes que jefes y empleados, somos personas. Las palabras que salen de la boca llegan a las orejas, pero las que salen del corazón llegan al corazón. Si consigues hablar con el corazón, ese escenario, eventualmente complicado y estresante, podrá trocarse en su opuesto.

El secreto está en controlar la mente, y es lo más difícil

El hombre paciente accede a la meditación con gran facilidad. Sabemos lo que es querer meditar con los ojos cerrados, las piernas cruzadas y la espalda recta, mientras nuestra mente se va por los cerros de Úbeda. Basta querer sujetar la mente para descubrir que tiene mas fuerza que un caballo desbocado.

Pero esa tarea ya la emprendieron nuestros antepasados, y es algo que también nosotros haremos.

1. fíjate en la respiración, el silencio y la bondad

Aprende sencillas técnicas de control mental, como concentrarse en la respiración, la quietud de la llama de una vela, el silencio o cualidades positivas, como la bondad o la comprensión. El tiempo te lo agradecerá. Es evidente que la meditación impulsa la paciencia.

2. Entrena el control mental con mantras

El yoga utiliza los mantras, esos sonidos, palabras o frases en sánscrito que se emplean desde hace milenios para calmar la mente. Cada uno encierra un profundo significado, aunque aparentemente carezca de él. La ciencia de los mantras es compleja.

Existen mantras incluso para propósitos tan específicos como curar mordeduras de serpiente y enfermedades crónicas, pero son de categoría inferior.

Al principio uno se pregunta qué significado tienen. Sin embargo, muchos expertos opinan que eso no importa, pues su acción es independiente de su comprensión. Como las señales que reciben la televisión, los ordenadores o los teléfonos: el mensaje tiene una estructura codificada que nosotros no entendemos, pero el aparato lo recibe y decodifica a la perfección. De manera similar, los sonidos de los textos sagrados hindúes y tibetanos ejercen un efecto potente sobre la mente, y en nuestro interior tenemos el descodificador perfecto para recibirlos.

El resultado lleva verificándose muchos siglos. Repetir en voz alta o mentalmente, los mantras de la antigüedad tiene, en primer lugar, el efecto de calmar la mente. Posteriormente estos sonidos de vibración sutil permiten atravesar todos los planos de la mente agitada y acceder al profundo nivel de conciencia pura.

Haz la prueba, algunos mantras son: Om Mani Padme Hum, Soharn, Aham Brahma Asmi, o simplemente Om. Algunas oraciones (ristianas, islámicas, judías...) pueden actuar también a través del significado de las palabras y su sonido.

3. Trabaja la calma para que la tormenta no te pille desentrenado

Decía el poeta del siglo XVI Huanchu Daoren:

"La sustancia de la mente es la sustancia del cielo. Un pensamiento feliz es una estrella de buen augurio o una nube de felicidad. Un pensamiento de cólera es una tormenta de truenos o un violento aguacero. Un pensamiento amable es una brisa gentil o un dulce rocío. Un pensamiento severo es un fiero sol o una helada de otoño.

¿Cuáles de estas cosas puede eliminarse? Déjalas pasar a medida que surgen, abierto y sin resistirte, y tu mente se fundirá con el vasto cielo. Si puedes procurarte alguna tranquilidad en medio de las prisas, has de aferrarte a ella previamente cuando estás tranquilo. Si quieres atrapar algo de calma en medio de la barahúnta, has de conseguir antes el dominio de la quietud. De otro modo, cualquiera puede ser influenciado por las situaciones y sobrepasado por el curso de los acontecimientos".

EJERCICIOS PARA aprender a esperar EN EL DÍA A DÍA

La paciencia es, sin duda, una actitud que mejora nuestra salud emocional y espiritual, pero ¿qué más podemos hacer para cultivarla? Del mismo modo que hemos desarrollado nuestros otros dones: a través de la práctica. Es decir, a tener paciencia se aprende esperando.

1. Medita con regularidad

Cada día tenemos miles de pensamientos, y la mayoría son los mismos que los del día anterior. Sentarse unos momentos cada día y dejar que cese la mente, es un ejercicio de paciencia del que brota la paz interior. La armonización resultante se manifiesta en una mayor estabilidad emocional, que posibilita un nuevo orden a un nivel más alto.

2. Practica en los momentos de espera

La próxima vez que tengas que esperar algo, tómalo como una práctica. No lo veas como una pérdida de tiempo sino como una manera de utilizar el tiempo a tu favor.

3. RECUERDA QUE EL TIEMPO PUEDE ESTAR DE TU PARTE

Al adoptar la paciencia como fuente de fortaleza para que tus deseos se cumplan, y al adoptar la espera como una manera de desarrollar esa fuerza, los retrasos te estimularán, los fracasos te fortalecerán y el tiempo estará de tu lado.

LECTURAS PARA SER MÁS PACIENTE

  • Mike George: Aprende a descubrir la paz interior. Ed. Oniro.
  • Dalai Lama: El arte de vivir en el nuevo milenio. Ed. Grijalbo.
  • Huanchu Daoren: Retorno a los orígenes. Ed. Edaf.
  • Eknath Easwaran: 365 pensamientos inspiradores. Ed. RBA-lntegral.
  • H. Reeves, Paciencia en el azul del cielo. Ed. Granica.