El psicólogo Joan Garriga, introductor en nuestro país de las Constelaciones Familiares e impulsor de la Gestalt, hace una bella metáfora sobre las dos mitades de la vida.

La primera parte de nuestra existencia es como subir una montaña. Vamos acumulando experiencias, amistades y amores, aprendizajes, logros materiales e intelectuales. Por eso, cuando llegamos a lo alto de la montaña, hacia el ecuador de nuestra biografía, solemos tener ya una visión general de lo que somos y hemos conseguido, entendemos cómo funciona a el mundo.

Pero entonces empieza la bajada...

La bajada a partir de los 50... en el buen sentido

En la segunda mitad de la vida, según Garriga, ya no se trata de acumular, de ganar, sino justamente de lo contrario: es hora de saber soltar, de dejar ir.

A medida que las fuerzas se vuelven más escasas, y disminuye el tiempo que queda, el caminante experto se va liberando de todo lo que no necesita para andar más ligero.

Prescinde de las obligaciones y compromisos que no siente como propios, así como de las relaciones que no le nutren. Necesita cada vez menos cosas, porque ha alcanzado la sabiduría de que no hay posesión más valiosa que el tiempo y la libertad de usarlo como quiera.

De algún modo, a medida que se desprende de todo, el caminante celebra la existencia y disfruta más del trayecto. La vida es un bello viaje si sabemos apreciar cada etapa del camino.

El inicio de una nueva etapa más luminosa

Rudolf Steiner afirmaba que cada siete años hay un cambio esencial en la persona. De los 0 a los 7 es el niño pequeño, de los 8 a los 14 el camino a la adolescencia, y el siguiente septenio supone el ingreso en la edad adulta. ¿Cómo definirías tu actual septenio?

Otro autor que ha trabajado recientemente sobre este concepto es el científico social Arthur C. Brooks. En su libro From Strength to Strength, que podríamos traducir como «viento en popa», habla de cómo encontrar la felicidad y el propósito en la segunda mitad de la vida.

Para ello, al igual que Garriga, utiliza su propia metáfora: la primera parte de la vida es para brillar y la segunda para alumbrar el camino de los que vienen detrás. Eso dotará tu vida de significado e incluso te rejuvenecerá.

Pasado el ecuador de la existencia, has acumulado sabiduría y experiencia suficientes para poder guiar a las personas más inexpertas. Ese será tu nuevo rol en la vida.

Cómo convertirse en un faro para los demás

El empresario chino Jack Ma, fundador de la tienda online Alibaba, coincide con esa visión: afirma que a partir de los 50 deberíamos trabajar con los jóvenes e invertir en ellos, asegurándonos de que están bien.

De hecho, hay personas que en la primera mitad de la vida ya tienen la capacidad de ser faros para los demás. Independientemente de la parte en la que te encuentres, hay muchas maneras de alumbrar el camino de los demás:

  • Escuchar con atención sus problemas y hacerles preguntas para que profundicen y encuentren la salida por sí mismos.
  • Compartir nuestros descubrimientos —libros, películas, viajes…— con otras personas, organizando clubs o reuniones temáticas.
  • Escribir un libro con las experiencias más valiosas de tu vida.
  • Enseñar —de forma presencial u online— un talento o conocimiento que puede ser útil para el mundo.

Muchos japoneses tienen preparada una segunda vida que empieza el día después de su jubilación. Y esta tiene que ver con el servicio a los demás.

Tal como escribimos junto a Héctor García en la primera ley de nuestro libro sobre el ikigai, del mismo título: «Mantente siempre activo, nunca te retires. Quien abandona aquello que ama y sabe hacer, pierde el sentido de su vida (…) Es importante seguir haciendo cosas de valor, avanzando, aportando belleza o utilidad a los demás, ayudando y dando forma a nuestro pequeño mundo».