Se calcula que nuestro cerebro se pasa casi la mitad de su tiempo consciente divagando. Ese carrusel de ideas mayormente repetidas e infértiles nos provoca sufrimiento mental, además de fatiga y baja productividad.

¿Existe una forma de salir del vagabundeo y dar un camino positivo a nuestra mente? Los expertos se han fijado en algunas de las estrategias seguidas para los monjes 

divagar puede ser fuente de creatividad o de agotamiento

Todo el mundo pasa por esto. Quieres concentrarte en el trabajo, o simplemente leer un libro, pero no lo logras. La mente te saca una y otra vez del foco donde quieres poner tu atención, manteniéndote en una rueda de pensamientos circulares que no lleva a ningún sitio.

La neurociencia llama «mente vagabunda» a esa tendencia natural del cerebro humano a divagar o a pensar en cosas que no guardan relación con la actividad que se está llevando a cabo.

Es una inercia mental que nos hace perder tiempo y energía, pero que no siempre es inútil. De hecho, muchas ideas y descubrimientos surgen de ese vagabundeo, cuando de repente se produce una conexión o asociación de conceptos inesperada. Con todo, la mayor parte de nuestra divagación suele ser tan improductiva como agotadora.

La neurociencia relaciona la mente vagabunda con la activación de la Red Neuronal por Defecto (RND), cuando no se está enfocado en una tarea específica.

Sara Teller, doctora en neurofísica y coautora de El cerebro de la gente feliz, advierte de las consecuencias de esta rumiación que se repite como un disco rayado: «Cuando la rumiación apunta al pasado, podemos caer en la depresión; cuando apunta al futuro, lo que nos espera es la ansiedad. Este es el motivo por el que hay tantas personas que padecen ambos trastornos a la vez, ya que vienen de la misma forma de funcionar mentalmente».

Por qué las rumiaciones favorecen los pensamientos negativos

Una pregunta que podríamos plantearnos es por qué, en ese vagabundeo, la mente tiende a viajar a la tristeza o a los pensamientos catastrofistas, y no a territorios felices. La respuesta es lo que en psicología se denomina sesgo negativo: lo que nos produce miedo o dolor siempre ha sido más importante para nuestra supervivencia que lo que nos da placer o felicidad.

Para nuestros antepasados era más importante saber que en cierta colina acechaban lobos que conocer el rincón donde crecen las flores más bellas. Sin embargo, como ya no quedan lobos que nos amenacen, la cuestión es cómo podemos desactivar las alarmas de la parte más primitiva de nuestro cerebro, así como los pensamientos recurrentes.

pasar de "vagabundo" a "peregrino"

El sacerdote y escritor Pablo D’Ors tiene una manera muy bella de dar respuesta a esta pregunta: hay que pasar de ser un vagabundo a ser un peregrino. El vagabundo se mueve a la deriva, y muchas veces termina, exhausto, en el mismo sitio. El peregrino sabe adónde va y eso le da energía y motivación.

Según la neurocientífica Nazareth Castellanos, autora de libros como Neurociencia del cuerpo, cuando investigamos o meditamos, por ejemplo, el vagabundo se convierte en peregrino.

Resulta interesante ver la aplicación «Track your happiness», diseñada en Harvard por el psicólogo Matthew Killingsworth para evaluar la felicidad en diferentes momentos del día. Los usuarios recibían notificaciones y respondían a preguntas sobre su situación actual y su estado emocional.

Al valorar el conjunto de respuestas, se comprendió la importancia de vivir en el presente y cómo influye la divagación. Averiguaron que la gente se siente menos feliz cuando su mente divaga, incluso cuando se trata de pensamientos agradables. La conclusión del estudio se ha hecho célebre: una mente errante es una mente infeliz.

El poder del mindfulness para entrenar el cerebro

Cuando queremos centrarnos en una tarea y las distracciones nos llevan hacia pensamientos inútiles experimentamos fatiga y desánimo; en cambio, cuando trabajamos en una sola dirección, alineados con lo que queremos hacer, nos sentimos relajados e incluso en estado de «flow».

¿Puedo decidir libremente ser peregrino en lugar de vagabundo? Según la neurocientífica Amishi Jha, autora del libro Peak Mind, eso no es tan fácil: «Por mucho que te cuente cómo funciona la atención y por qué, y por muy motivado que estés, la forma en que tu cerebro presta atención no puede alterarse solo con la fuerza de voluntad. No importa que seas la persona más disciplinada del mundo: no funcionará. Tenemos que entrenar a nuestro cerebro para que funcione de otra manera».

La herramienta número uno para ese entrenamiento es darnos cuenta de cuándo estamos divagando, sin juzgar ni rechazar lo que está sucediendo en nuestra mente. En palabras de Amishi Jha: «Cada vez que me doy cuenta de que estoy distraído, puedo hacer algo al respecto. Puedo redirigirme».

Según esta autora, un poco de mindfulness diario puede obrar milagros en el cometido de tomar las riendas de nuestra mente. Su investigación muestra que las personas que practican la atención plena durante 12 minutos al día logran un incremento notable de su concentración, lo cual redunda en un estado de ánimo más optimista.

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Evitar la distracción mental como un monje

El su libro The Wandering Mind: What Medieval Monks Tell Us About Distraction, la historiadora Jamie Kreiner señala que la distracción mental ya hacía estragos mucho antes de la era de internet y las redes sociales.

En su libro explora cómo los monjes medievales lidiaban contra la distracción mientras buscaban conectar con Dios. Contra la creencia generalizada de que la vida monástica estaba libre de distracciones, los monjes se enfrentaban a numerosos obstáculos.

En palabras de la autora, «los monjes cristianos vieron la distracción como parte de un drama cósmico, cuyo zumbido era especialmente audible en el silencio de sus celdas». En lugar de frustrarse por ello, lo tomaban como un desafío espiritual.

En su guerra cotidiana contra todo aquello que podía distraerlos, estrechaban el campo de atención sobre aquella cosa inmediata que estaban haciendo, como si fuera lo único que existía, se tratara de la oración, la lectura o la vida en comunidad.

las 6 mejores Estrategias contra la distracción mental

Conscientes de que la lucha contra la distracción era casi imposible de ganar, los monjes desarrollaron estrategias como limitar la conversación o poseer muy pocos objetos, reduciendo así los posibles focos de interés. Otra técnica era leer, por ejemplo en voz alta, para mantenerse siempre consciente y concentrado.

En su libro biográfico El espejo vacío, Janwillem van de Wettering sacaba esta conclusión de sus experiencias en un monasterio japonés en los años sesenta: «Una persona tiene una zona de ‘libertad’ bastante pequeña (...) Solo toma decisiones menores; por ejemplo, puede decidir levantarse temprano y, según sea su determinación, tendrá éxito. O decide obedecer las señales de tráfico y lo logra si recuerda su decisión diez veces al día».

En suma, la mente peregrina precisa de trabajo constante, pero, cuando ese trabajo se convierte en un hábito, entonces pasa a formar parte de nuestra rutina. Y es una rutina feliz.

Estas claves son remedios eficaces para dejar de vagabundear y convertirte en un peregrino:

  • Medita 10 minutos: puedes empezar por este desafío mínimo. Pon la alarma y fija el foco en tu respiración hasta que suene. No importan las imágenes, escenas o pensamientos que acudan a tu mente, mientras tu atención siga en las fosas nasales.
  • Lectura consciente: apaga las notificaciones de tu móvil y lee 8-10 páginas con toda tu atención, como si leer fuera de vital importancia. Cada vez que un pensamiento, una idea o una imagen venga a distraerte, regresa a la lectura con disciplina.
  • Practicar ejercicio: en todo ejercicio aeróbico llega un momento en el que solo puedes mantener la atención en el movimiento, ya que no queda energía para más. Esa es otra clase de mindfulness que ayuda a enfocar cuerpo y mente en una sola cosa.
  • Técnica pomodoro: los cronómetros de cocina con forma de tomate le dan nombre a la técnica. Se trata de trabajar de forma concentrada en períodos de 25 minutos, con un descanso de 5 minutos. Cada cuatro intervalos, se puede hacer una pausa mayor.
  • Acota la divagación: si tu mente está enganchada a un determinado tema, concédete un tiempo determinado para vagar libremente en ese pequeño universo de ruido. Una vez transcurrido, entrégate a la actividad que has decidido.
  • Déjalo escrito: muchas noches de insomnio se deben al vagabundeo. Una manera de lidiar contra el ruido mental es escribir todo lo que te preocupa y cerrarla a continuación. Al saber que está «guardado», la mente no necesitará repetir su mensaje.