La pornografía es un problema que alcanza desde hace años a los más vulnerables, adolescentes y niños, Desde la llegada de los teléfonos móviles y de uso de forma descontrolada los datos se han disparado. Según el informe '(Des)información sexual: pornografía y adolescencia'  de Save the Children, los y las adolescentes ven pornografía por primera vez a los 12 años y casi 7 de cada 10 (el 68,2%) la consumen de forma frecuente. Este consumo se produce en la intimidad (93,9%) y en el teléfono móvil y se centra en contenidos gratuitos online (98,5%), basados de manera mayoritaria en la violencia y la desigualdad

¿Se pueden frenar estos datos? ¿Cómo hacerlo? La educación y comunicación con ellos es la mayor herramienta, pero también una legislación que los proteja. Así lo proponen desde su nuevo libro El porno no mola y ahora entenderás por qué (Editorial Montena), Anna Salvia y Cristina Torrón. Ambas trabajan desde su plataforma Menstruita para divulgar herramientas para padres, docentes, psicólogos y todo aquel que quiera aprender a tratar la problemática del porno y la sexualidad desde la niñez a la adolescencia. Charlamos con Anna Salvia, psicóloga especializada en educación y salud sexual, sobre su nuevo libro.

–¿Qué os impulsa a escribir sobre el porno? 
Trabajo impartiendo talleres de sexualidad a alumnado de entre ocho y doce años, familias y educadores, y cada semana observo que el porno está presente en la vida de muchos menores y que los adultos necesitan herramientas para lidiar con esta realidad. Este libro intenta dar respuesta a la necesidad de hablar sobre el porno de manera clara, directa y amena, y ayudar a que deje de ser el principal educador sexual de nuestra cultura.

–Supongo que no habrá sido fácil encontrar el tono que buscabais, es un tema delicado…
Ha sido un gran reto. Hemos trabajado a conciencia el texto y la ilustración para poder hablar claro sin contribuir a difundir el imaginario del porno. 

–¿A quién diríais que puede ayudar? 
Va dirigido a preadolescentes y adolescentes a partir de once años, pero también ayudará a encontrar la manera de hablar sobre este tema tan difícil a familias y a profesionales que trabajan con menores de todas las edades.

–¿Está la sociedad actual preparada para hablar sobre el porno y sus consecuencias o se ha visto obligada dados los datos preocupantes de exposición en España?
La urgencia de proteger a los y las menores del porno está ayudando a que nos paremos a analizar la visión del sexo que el porno está transmitiendo a toda la sociedad y a que pongamos sobre la mesa los problemas sexuales que está causando a personas de todas las edades.

–¿Cómo es educar sexualmente bien a los niños, niñas y adolescentes? 
Una buena educación sexual es aquella que permite que esa persona desarrolle una sexualidad sana, segura y placentera. La educación sexual empieza en la primera infancia, etapa en la que deben conocer los órganos sexuales (tan bien como cualquier otra parte del cuerpo) y cómo se hacen los bebés. Sigue durante la niñez ampliando estos temas y preparándolos para la pubertad, y culmina en la adolescencia, donde los temas de interés son el ciclo menstrual, la pubertad, la masturbación, el deseo y el enamoramiento, y las relaciones sexuales. 

–¿Cómo podemos hablar del porno con ellos? No es fácil romper ese tabú. 
Es muy difícil hablar de porno si hemos hablado muy poquito sobre sexualidad en general y aún es un tema tabú dentro de la familia. Lo ideal sería llegar al porno después de haber abordado temas mucho más fáciles, pero si no ha sido así, podemos sacar el tema directamente, asumiendo que al principio todos vais a estar muy nerviosos. Eso sí, no recomiendo hacer interrogatorios, sino más bien hablar sobre qué es el porno y cómo les va a afectar su consumo. 

–¿Qué problemas sexuales genera el porno?
El porno genera problemas sexuales en la autoimagen, la masturbación y las relaciones sexuales. En la autoimagen, debido a que el porno se convierte en el modelo de cómo son los genitales, los pechos y los culos, y no encajar en este modelo puede generar la falsa idea de que su cuerpo es feo, deforme o hasta que no sirve para hacer el amor.

En la masturbación, porque el uso de porno para generar fantasías sexuales hace que cada vez se necesite un contenido más fuerte para excitarse y puede generar adicción.

En las relaciones sexuales, el consumo habitual de porno puede promover prácticas no seguras y la violencia sexual contra las mujeres, dificultar la excitación con personas reales y la conexión íntima con la pareja. 

–En una persona adulta que no ha sido adicta, pero sí ha consumido pornografía –siendo esta su principal fuente de información sexual–, ¿qué se puede hacer? Vosotras habláis de reprogramar el deseo. ¿Cómo se puede hacer eso?
El porno transforma el imaginario sexual de las personas que lo consumen, definiendo el tipo de prácticas sexuales, cuerpos, escenas, ropa, diálogos, roles de género que les provocan la excitación sexual. El deseo sexual no es fácil de reprogramar, porque es una parte muy inconsciente de uno mismo, pero con paciencia y constancia se puede trabajar. Se trata de escoger a qué elementos le das espacio en tus fantasías sexuales y cuáles descartas.

–El problema del porno, que tiene muchas variantes, es la accesibilidad. ¿Cómo se debería regular? Parece que lo  más sensato es aprender a proteger a los niños y adolescentes de la exposición…
El porno es un contenido para mayores de edad. El Estado debe asegurarse que las empresas no permitan el acceso de menores a estos contenidos, de la misma manera que lo hace con el alcohol, el tabaco o el acceso a discotecas o salas de juego. Para empezar, hay que obligar a estas plataformas a tener sistemas de verificación de edad que funcionen de verdad y sancionarlas con el cierre de la web cuando se les cuelen menores, como ocurre con los bares y discotecas. 

–Vosotras habláis en el libro sobre la pornificación de la cultura. ¿Podríais explicarnos dónde aparece de forma más evidente?
La pornificación de la cultura significa que las escenas de sexo que aparecen en los productos culturales están teñidas del imaginario del porno. Eso ocurre porque sus creadores se han educado con el porno y reproducen lo que han aprendido. Nos la encontramos en todas partes: series, películas, libros, canciones, videoclips, videojuegos, anuncios, etc.