Usar expresiones que alaban el “buen comportamiento” de los niños tiene efectos perjudiciales, tal como explico en este artículo. A raíz de ese artículo, muchas madres me plantearon dudas sobre qué alternativas respetuosas podrían utilizar para demostrar a sus hijos su alegría o su orgullo por ellos, pero sin condicionarles negativamente.

En este artículo, te aporto algunas ideas prácticas que utilizo con los padres en mi consulta, para que puedas aplicarlas en tu familia.

Cómo mostrar nuestro orgullo hacia los hijos

Antes de comenzar, recordemos que repetir a un niño expresiones como “eres muy bueno” o “se porta muy bien”, puede condicionar el comportamiento del pequeño en esa dirección, al sentirse únicamente reconocido y valorado por “portarse bien” (según el criterio de los adultos). Sin embargo, este comportamiento conformista puede lastrar su personalidad, al impedirle explorar otros aspectos que también son muy necesarios.

Veamos algunas alternativas que se pueden utilizar para dejar de lado el “eres muy bueno”.

1. Empatizar con los hijos

Un primer paso muy útil es el de reconocer las emociones del niño y ayudarle a ponerle palabras. Esto hará que se sienta escuchado y reconocido, además de abrir un canal de comunicación sobre las emociones y facilitar que él también pueda expresar libremente tanto sus emociones como sus sensaciones, preocupaciones, alegrías, pesares, etc..

Por ejemplo, si habéis tenido que esperar largo tiempo en una cola o en la sala de espera de un médico, en lugar de alabar su buen comportamiento, le puedes preguntar cómo se ha sentido, si se ha aburrido o si le ha parecido muy larga la espera. En esta conversación, seguro que podéis pensar en alternativas para que la espera no se haga tan pesada en una futura ocasión.

2. Valorar el esfuerzo de los hijos

Valorar el desempeño del niño con un “eres muy bueno” o “lo has hecho muy bien”, puede ocasionar que el pequeño se centre más en el resultado y en el querer agradar a sus mayores, que en el proceso o en el aprendizaje.

Si, en vez de esto, utilizamos expresiones como “he visto que has estado trabajando un buen rato” o “cada vez te va saliendo mejor”, remarcaremos la importancia de la práctica y el ejercicio diario para ir mejorando, poco a poco, en cualquier disciplina.

También podemos enseñarle a que valore su propio avance, comparando su trabajo con el de una semana o un mes atrás. El mero hecho de constatar su propia mejoría será un aliciente más que suficiente.

3. Agradecer a los hijos

Por supuesto que nos podemos alegrar, enorgullecer y agradecer los comportamientos de nuestros hijos. Si no lo hacemos y no se lo demostramos, ellos podrían percibirnos como padres fríos e insensibles, y esto no es saludable para ellos.

La diferencia estriba en no usar estos comentarios como una estrategia de manipulación, sino como una expresión espontánea de las reacciones que nos suscita su comportamiento.

Un ejemplo podría ser agradecerle con sinceridad su ayuda con un “gracias por ayudarme a poner la mesa, así hemos podido cenar antes y yo no voy tan cansado/a”. Le demostramos agradecimiento, valoramos su ayuda, pero no existe ninguna intención de manipular.

4. Favorecer la expresión de todas las emociones

Los niños pasan por todo un abanico de emociones a lo largo del día. Tendrán momentos más tranquilos y otros más agitados; jugarán con sus hermanos, pero también discutirán con ellos; reirán, gritarán o llorarán. Todas las emociones son válidas y todas nos ayudan a identificar su estado de ánimo.

Si solo les valoramos cuando están tranquilos y callados, pueden interiorizar que esta es la forma válida y correcta de correcta de comportarse, que así es como los adultos te aprecian y te quieren, corriendo el peligro de anular o reprimir otro tipo de expresión emocional.

La alternativa aquí sería el hablar, en cada ocasión de las diferentes emociones, en lugar de meramente alabar su buen comportamiento.

5. Recordar que los niños no son malos ni buenos

Por otro lado, también tuve algunas consultas de madres que hacían referencia a esas situaciones en las que personas ajenas (familiares o transeúntes) nos preguntan si nuestro niño es bueno para saber cómo tratar con él. Imagino que querrán saber si deben alabarlo o castigarlo.

En estos casos, la respuesta puede variar, dependiendo de la confianza y la familiaridad que se tenga con la persona, pero la idea general que hay que transmitir es que “no es ni bueno ni malo, es un niño que hace cosas de niño”.

Además, si el niño está cerca, es bueno que escuche esta explicación para que pueda diferenciar los conceptos y no se deje influir por estos comentarios.