La depresión es uno de los conceptos psicológicos que más interés han despertado en los investigadores de la mente. Se trata de un desorden en nuestro estado emocional que, aunque a menudo es confundido con la simple tristeza, es diagnosticado en casos graves en los que la calidad de vida de la persona se ve seriamente comprometida sin que, muchas veces, esta pueda relacionar ese estado con algo que le ha ocurrido.

Además, las causas de la depresión no se conocen del todo, entre otras cosas porque hay muchos factores que intervienen en este fenómeno. A pesar de esto, con el paso de los años se han desarrollado varias teorías acerca de la depresión que, cada una a su manera, resultan útiles para entenderla mejor y para descubrir cuáles son los factores que pueden llevarnos a este estado mental.

La postura humanista

Existe una tendencia generalizada en el mundo científico y psiquiátrico a sesgar el estudio de la depresión. Cuanto menos, es interesante reflexionar acerca de los estados emocionales más allá de ciertas ideas preestablecidas.

Nuestro estado emocional es cambiante. Las vivencias del día a día, los infortunios y la forma en que afrontamos cada momento y situación pueden modificar nuestro estado de ánimo. Este fenómeno es plenamente natural y no acarrea ninguna señal de alarma. De hecho, la tristeza cumple una misión dentro de nuestro aparato psíquico: tender un manto en el que reconstruir las decepciones e infortunios cotidianos. La tristeza es funcional para nuestro organismo, porque nos permite contar con un tiempo en el que afrontar una pérdida o una situación frustrante.

Ante un suceso traumático, como la muerte de un familiar, se produce una etapa de duelo emocional. Pasamos unas semanas (o incluso meses) algo más cabizbajos, permitiendo que nuestras emociones acepten la nueva situación y haciéndonos conscientes de cosas que antes pasábamos por alto. Como seres emocionales que somos, el duelo y la tristeza pueden ser plenamente funcionales, comprensibles y positivos para nuestra salud psicológica.

¿Tristeza o depresión?

En el caso de la depresión, debemos también ponderar tanto el uso y abuso de esta etiqueta diagnóstica. En ocasiones caemos en el error de confundir ambos conceptos. Así como la tristeza es natural y es un estado emocional más, la depresión representa una cierta consolidación de este estado, durante un tiempo relativamente prolongado.

Sin embargo, la depresión juega el mismo rol: ante una situación de indefensión o trauma, nuestra mente reacciona así. El tiempo, un entorno amable y la reelaboración del hecho traumático nos volverá a conducir a una actitud vital más positiva. Como vemos, la depresión plantea una situación anímica que nos permite encarar ciertos cambios. Así pues, es importante desmitificar la depresión y concebirla como un estado mental más, por el que casi todos transitaremos alguna vez y que nos ayudará a replantearnos nuestra existencia.

Las teorías sobre las causas de la depresión

A continuación puedes encontrar cada una de estas teorías sobre la depresión explicadas brevemente; algunas de ellas ponen más énfasis en la biología y la genética y otras se centran en explicar cómo el modo en el que nos relacionamos con el ambiente (y con los demás) puede alimentar la dinámica depresiva.

Cualquiera de estas teorías es discutida ampliamente entre los profesionales de la salud mental y los investigadores puesto que, como ya he apuntado, no existe un consenso académico sobre los factores que generan este estado de tristeza. Cada caso es único y es necesario abordar este desorden del estado de ánimo teniendo en cuenta las variables ambientales, genéticas y emocionales de cada individuo.

1. Hormonas intranquilas

Las hormonas son elementos microscópicos que nuestro cuerpo utiliza para hacer que varias regiones del organismo se coordinen entre sí con el objetivo de responder del mejor modo posible a una situación.

Por ejemplo, cuando notamos que hay algo peligroso cerca de nosotros, empezamos a segregar ciertas sustancias gracias a las cuales nos volvemos más sensibles a los cambios en el entorno, preparamos los músculos para que puedan actuar rápidamente y hacemos que haya menos sangre circulando cerca de la piel ante la posibilidad de que nos hieran.

Ciertas investigaciones sugieren que la depresión podría ser la consecuencia de un desajuste hormonal desencadenado ante la presencia de estrés.

Se sabe que, después de experimentar ansiedad, nuestro cuerpo produce una sustancia llamada cortisol que, si mantiene sus efectos durante mucho tiempo, produce síntomas asociados al estrés. Además, se ha visto que los niveles anormalmente elevados de esta sustancia mantenidos durante un tiempo están asociados con la depresión.

  • De todos modos, estar más triste durante algunos días no tiene por qué ser indicador de que estemos en una depresión. Los cambios hormonales son totalmente normales en personas sanas. Cada uno de nosotros tenemos un ciclo hormonal que influye en nuestro estado de ánimo, por lo que cabría matizar claramente que las hormonas solo causan depresión en casos de desajustes importantes.

2. ¿Menor actividad en el lóbulo frontal?

Algunos estudios neurocientíficos parecen indicar que en las personas con depresión la actividad de los lóbulos frontales (la parte de la superficie del cerebro que está cerca de los ojos) es significativamente más baja de lo normal. Esta zona del encéfalo interviene en procesos mentales tan importantes como la toma de decisiones y la creación de planes, estrategias y objetivos a largo plazo, así que no resulta extraño que las personas con depresión muestren una actitud de apatía y falta de iniciativa cuando experimentan los síntomas.

Además, las amígdalas del cerebro, que tienen que ver con las respuestas emocionales intensas que aparecen al detectar ciertas situaciones, revelan lo contrario: su grado de activación es anormalmente alto.

Estos descubrimientos han llevado a pensar a varios investigadores que las causas de la depresión podrían encontrarse en que los grupos de neuronas que componen algunos cerebros están cableados entre sí de manera extraña. Dichas alteraciones harían que, por defecto, la activación del cerebro fuese también anormal, haciendo que zonas estén más activas de lo normal a expensas de otras.

  • A pesar de esto, considerar que esta menor actividad cerebral es la causa de la depresión podría ser una idea engañosa. Muchos psicólogos y psiquiatras coinciden en señalar un sesgo "cerebrocéntrico" en este tipo de teorías. La influencia de la actividad cerebral en la aparición de trastornos del estado de ánimo podría estar en discusión.

3. ¿Puede la genética jugar algún papel en su aparición?

Aunque por el momento no se ha encontrado ningún gen concreto del ADN humano que cause la depresión, sí se ha visto que los trastornos depresivos son muy heredables. Por ejemplo, en los gemelos que comparten el mismo código genético, se ha comprobado que si uno de ellos desarrolla depresión, su hermano tendrá casi el 50% de posibilidades de hacerlo también.

Del mismo modo, está comprobado que si el padre o la madre de una persona presentan depresión, las posibilidades de que esta lo haga se triplican, pasando del 5% que es habitual en toda la población en general al 15%.

  • Que este desorden del estado de ánimo pueda ser heredable no significa que si nuestros progenitores tenían episodios de tristeza, nosotros debamos tenerlos también. Se trata solo de una tendencia estadística, que contrasta con muchos casos particulares en que no se produce esta supuesta heredabilidad.

4. La dieta

Somos lo que comemos. Nuestro cuerpo está construido básicamente con los materiales que extraemos de lo que comemos, y eso parece tener implicaciones también para la salud mental. Esta teoría sobre la depresión relaciona este trastorno con una posible inflamación del cerebro (o de algunas partes de este) causada por un exceso de sustancias como ciertos tipos de azúcares y el gluten.

También se ha observado que el consumo de ciertos alimentos va muy de la mano con las posibilidades de desarrollar depresión, aunque no es seguro que lo primero sea la causa de lo segundo.

5. Posible incidencia del deterioro neurológico

Varias investigaciones han revelado que la depresión puede presentarse a la vez que una reducción del volumen de ciertas partes del cerebro, lo cual ha llevado a pensar que la depresión sea el modo en el que se manifiesta esta atrofia.

Esto puede ser debido a que, por algún motivo, en las personas con trastornos depresivos las neuronas van muriendo a un ritmo mayor de lo que sería esperable y que, a la vez, la creación de más células nerviosas se vuelve más lenta o se detiene. Una explicación alternativa, aunque complementaria, sería que las neuronas que ya existen crecen menos de lo normal y se conectan menos las unas con las otras.

  • Con todo, existen muchos casos de pacientes que presentan deterioro cognitivo y que, contra lo que expone esta teoría, no solo no padecen ningún signo de depresión sino que viven con una alta calidad de vida y salud emocional. Son casos que nos muestran que hay que repensar este desorden del estado de ánimo, pues se explica en mucha mayor medida por estados emocionales pasajeros y naturales y no por algún tipo de desajuste biológico.